Así de triste, aunque la verdad es que he redondeado la cifra de forma demasiado optimista. Y escribo este número porque ya sería un logro llegar a él, dados los 382 del año 2016, frente a la implacable cifra de 909 del mismo año. ¿Qué de qué hablo? Pues aunque parezca extraño hablo del número de nacimientos que hubo en Ferrol el año 2016 y del número de defunciones. El saldo vegetativo es aterrador: Decrecemos unos 500 habitantes al año de media, lo que nos daría una proyección de población en el largo plazo para una esperanza de vida similar a la última estadística de unos 31.000 habitantes.
Y eso es aterrador: Pensar que una ciudad que rozaba los cien mil esté abocada a convertirse en una aldea con números similares a los de principios del siglo XIX y que nos sigan tomando el pelo con excusas de medio pelo que no van a la raíz del problema, y aquí están lo que yo considero las principales causas:
- Pocos nacimientos: La falta de oportunidades laborales y de políticas que hagan atractivo ser padre en este Ferrol del Siglo XXI han hundido la cifra de nacimientos muy por debajo de la mínima tasa de reposición.
- Poca población joven en edad de procrear: Problema que se enmarca en un circulo vicioso que se traduce en que cuántos menos nacimientos menos gente joven en edad fértil vivirá en la ciudad en el futuro inmediato.
- Poco trabajo: Que influye directamente en las dos causas anteriores, porque lejos de atraer masa laboral la exportamos a otras zonas o regiones más dinámicas.
- La política urbanística: Que a fecha de hoy no hace en absoluto atractivo asentarse en la ciudad.
Estas cuatro causas se resumen en que se hace necesario un pacto para favorecer la paternidad, generando un entorno urbano atractivo, con oportunidades de subsistencia y en el que se incentiven políticas natalistas, generadoras de empleo y favorecedoras de la regeneración urbana y ambiental de nuestro entorno.
Todo esto nos conduce a lo que ya se llama el suicidio demográfico, que pese a ser general en la Europa desarrollada parece tener su epicentro precisamente en Ferrol, para ir atenuándose conforme nos alejamos de la tableta de chocolate, como si de una maldición se tratara, como si nuestra nada que se come Fantasía tuviera su origen en la Maternidad del Marcide.
Y más allá de que sea reversible o no, que claro que lo es, el problema es que seguimos enriscados en las propuestas más o menos descabelladas, realistas o prácticas de unos representantes que no sólo no parecen advertir la desgracia sino que se felicitaron públicamente en todos los medios por las medidas que se han tomado para revertir la situación. ¡Qué cierto lo que escuché el otro día de que cuando entra un tonto por Fuenterrabía se cae uno al mar por Algeciras! Mientras tanto Erdogan invita a los musulmanes a tener cinco hijos para conquistar Europa con el vientre de sus madres, qué triste el futuro que espera a nuestra particular y decadente Roma.
Y eso es aterrador: Pensar que una ciudad que rozaba los cien mil esté abocada a convertirse en una aldea con números similares a los de principios del siglo XIX y que nos sigan tomando el pelo con excusas de medio pelo que no van a la raíz del problema, y aquí están lo que yo considero las principales causas:
- Pocos nacimientos: La falta de oportunidades laborales y de políticas que hagan atractivo ser padre en este Ferrol del Siglo XXI han hundido la cifra de nacimientos muy por debajo de la mínima tasa de reposición.
- Poca población joven en edad de procrear: Problema que se enmarca en un circulo vicioso que se traduce en que cuántos menos nacimientos menos gente joven en edad fértil vivirá en la ciudad en el futuro inmediato.
- Poco trabajo: Que influye directamente en las dos causas anteriores, porque lejos de atraer masa laboral la exportamos a otras zonas o regiones más dinámicas.
- La política urbanística: Que a fecha de hoy no hace en absoluto atractivo asentarse en la ciudad.
Estas cuatro causas se resumen en que se hace necesario un pacto para favorecer la paternidad, generando un entorno urbano atractivo, con oportunidades de subsistencia y en el que se incentiven políticas natalistas, generadoras de empleo y favorecedoras de la regeneración urbana y ambiental de nuestro entorno.
Todo esto nos conduce a lo que ya se llama el suicidio demográfico, que pese a ser general en la Europa desarrollada parece tener su epicentro precisamente en Ferrol, para ir atenuándose conforme nos alejamos de la tableta de chocolate, como si de una maldición se tratara, como si nuestra nada que se come Fantasía tuviera su origen en la Maternidad del Marcide.
Y más allá de que sea reversible o no, que claro que lo es, el problema es que seguimos enriscados en las propuestas más o menos descabelladas, realistas o prácticas de unos representantes que no sólo no parecen advertir la desgracia sino que se felicitaron públicamente en todos los medios por las medidas que se han tomado para revertir la situación. ¡Qué cierto lo que escuché el otro día de que cuando entra un tonto por Fuenterrabía se cae uno al mar por Algeciras! Mientras tanto Erdogan invita a los musulmanes a tener cinco hijos para conquistar Europa con el vientre de sus madres, qué triste el futuro que espera a nuestra particular y decadente Roma.
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