Ir al contenido principal

Rezando por Excalibur.

En octubre se cumplió el tercer aniversario del sacrificio del perro Excalibur; sí, el de la auxiliar de clínica que se llamaba... bueno la que tenía... exacto: Nos hemos olvidado de uno de esos golpes mediáticos que pretendieron por enésima vez equiparar la vida humana con la de las mascotas.
Que sí, que a mí me encantan los perros, tal vez más que a esos que son y se sienten dueños de uno, y por eso considero que no debo poseerlos sin tener necesidad de ello: Me parece que demasiadas veces las pobres criaturas acaban pagando las carencias y frustraciones de sus dueños. Ni siquiera voy a comentar eso de que orinen en la calle porque los humanos tenemos más bacterias en la lengua que los perros en el pis, lo de que no te preocupes que es muy bueno o lo de que los orgullosos poseedores de tan sociables cánidos tengan que llevar bolsas para recoger las deyecciones y reclamen espacios exclusivos para que sus chuchos socialicen y se entrenen e incluso playas para perros (así, como suena). Insisto en que no estoy en contra de que la gente tenga un animal de compañía, sólo de que no utilicen lo que hay dentro de la cabeza.
Porque a mí no me parece mal que la gente tenga perro siempre que se dé un requisito: Que ambos sepan que es un perro; a partir de ahí me sorprende la falta de regulación que existe o lo improvisado de lo que se va regulando en lo relativo a su posesión: Este otoño hemos comprobado horrorizados lo peligrosas que son ciertas razas y que se puede ser dueño de un perro peligroso sin ningún tipo de control ¿No os parece que es algo similar a la tenencia ilícita de armas? A mí sí, la verdad.
Y aunque sé que levantaré ampollas os diré que tampoco me parece de gente especialmente lúcida el comprar modelitos a los perros o gastarse un dineral en la peluquería; los anuncios en los que anuncias recetas gourmet para mascotas me parecen sencillamente repugnantes: No puedo concebir que nos pasemos el día ofreciendo los datos del hambre en el mundo y le compremos a un chucho solomillo de salmón en tartar, pero es que soy hijo de una familia numerosa en la que los platos se acababan porque había muchísimos niños pasando hambre en el mundo, por lo que seguramente el fallo es mío.
Y el caso es que conozco gente perfectamente normal que tiene terror a los perros y a otros que los adoran, y eso no me supone ningún inconveniente, pero es que el otro día leía una noticia en la que hablaba de la pena que pedía el fiscal para una mujer que asesinó no sé cuántos perros y pensé en que no hemos aprendido nada. Jamás he oído ninguna noticia del asesinato de moscas, de avispas velutinas, de escorpiones o de centollas ¿Y sabéis por qué? Pues porque asesinar es matar a una persona, y ahí está el fondo del asunto.
El hecho de que para mí como norma general me parezca que el deleitarse en matar sea cruel y que envilece al que lo comete, no puede en ningún momento significar la equiparación de los derechos de los animales con los de las personas. Creo que se nos ha ido la cabeza y que no tiene ningún sentido que en una sociedad materialista como la nuestra, en la que se cometen (sí, he escrito cometen) decenas de miles de abortos y en la que estamos planteando cada diez minutos si la eutanasia es o no lícita se pretenda apelar a los sentimientos para equiparar los derechos de los animales a los de las personas. Es más: Me parece cruel y estúpido.
Y por eso muchos se empiezan a plantear que pagar a una mujer para que se quede embarazada es algo absolutamente normal porque es voluntario (segura que a los niños les han dado a elegir, como a los que despedazan en el vientre materno) y porque satisface un deseo personal que se eleva al rango no ya de derecho sino de dogma.
Y me aterra pensar que en poco tiempo veremos -si no existe ya- como los ricos eligen el pedigrí de los niños que compran para que sean ideales y les favorezcan en sus apariciones públicas o les acompañen en sus ratos de hastío. El ser humano puede ser grandioso, y muchas veces lo es, pero también puede ser la más miserable de las criaturas de la creación, bastante peor que muchos perros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Demasiados talveces, demasiados quizases.

Es una mañana bonita, con los rayos de sol colándose entre nubes de colores, de esas que siempre aparecen después de la tormenta. La ciudad está dormida, como la Vetusta de Clarín, y sin embargo ya algunos leen la prensa con un café, otros pasean y algunos peregrinos comienzan su viaje con la expectativa de que al final se encontrarán a sí mismos al divisar las torres de la Catedral de Santiago. Ferrol es un punto de partida, que duda cabe: De Ferrol han partido barcos desde que empezaron a hacerse, peregrinos desde que se encontró la tumba de Santiago el Mayor, ferrolanos desde que los marinos hicieron de la ciudad una de sus sedes. Hoy, se dice que hay 15.000 ferrolanos que viven dispersos por el mundo, e incluso hay quien asegura que se podría hacer un programa dedicado sólo a esos emigrantes que no se sabe por qué, hicieron de la canción de Santi Santos su himno y su filosofía de la vida. Yo ya marché y ya volví, y nunca juré que no lo haría. Vivir fuera es tal vez la mejor vacu

Querido Javier... o querido Ignacio.

Estoy dándole vueltas acerca de a quién escribirle esta carta, porque ya me estoy cansando de que nadie me responda. Empecé con Mel Gibson, luego fue Antonio Banderas, Amenábar... creo. Nada, que nadie me responde, y encima Scarlett Johanson no se ha comprado un piso en Ferrol, pero voy a probar otra vez, a ver qué pasa esta vez. Si la carta fuera para Javier Gutierrez le diría que empiece a abandonar su discreción y se compre un casoplón y publique alguna foto en los mejores restaurantes de la ciudad, o en donde le dé la gana pero que sean sitios que molen, y que vaya pensando en producir alguna película (y protagonizarla) en la que nuestra ciudad esté presente. En cambio, si la carta fuera para Ignacio Rivera,en cambio, le diría que vaya a conocer a Marcial Pita y a su proyecto Astillero en Esmelle. ¿Que por qué? Pues porque los señores de Estrella Galicia están invirtiendo en vios una mantecá y bajo la marca Ponte da Boga, ya están sacando unos monovarietales que, conociendo a Don

De prólogos y epílogos.

Desde mi más tierna infancia y desde hace generaciones, las fiestas de la Natividad de Jesús marcan un fin de ciclo en la vida de millones de personas. El año nuevo cristiano trasciende las creencias y tiene algo de metamorfosis en el que tanto de forma individual como colectiva, muchos se proponen enmendar los errores del pasado y mejorar en lo venidero. Muchos somos una excepción y nos agarramos al "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy" en lo personal, pero Ferrol no vive su mejor momento, y eso es algo que para muchos es una parte consustancial a nuestra vida. Sí: La crisis es algo en lo que muchos ferrolanos han nacido, crecido y vivido, e incluso hay quien no recuerda un Ferrol ajena a ello... Pero crisis es un término que tuvo un significado que es al que debemos agarrarnos: el cambio. Hemos cambiado desde siempre, o al menos desde que somos lo que somos; nacimos para hacer barcos y dar cobijo a las naves de la Armada Real, y eso es también consustancial

Una rodaja del Mistral

Esto de los blogs se complica cada día, y por eso sólo voy a escribir una breve nota de algo que no va a pasar: El Museo Naval de Ferrol y EXPONAV han solicitado a la Armada que, una vez se concluyan la desmilitarización y baja en la Armada del submarino Mistral, les sea proporcionada una rodaja del mismo para que sea musealizada y visitable. Se está a la espera de la respuesta. Y del envío.

El tiempo que pasa, inexorable.

1. El Alvia.  Como si fuera un punto de fuga en un cuadro de Tintoretto lo primero que me atrajo aquella muy temprana mañana de verano, húmeda y lluviosa, fueron esas velas que recordaban la tragedia pasada hacía muy pocos días en Angrois. Yo estaba a punto de coger el mismo tren, el Alvia de Madrid, pero en el sentido inverso de la marcha. Reinaba cierta conmoción en la estación, pese a estar prácticamente vacía. Después de equivocarme de tren y estar a punto de acabar al otro extremo de España ocupé al fin mi asiento y me dispuse a disfrutar del viaje. A mí me encanta viajar en tren y ese trayecto era completamente nuevo para mí, ya que mi último viaje desde La Coruña fue por la vía antigua. El brusco descenso de la velocidad del convoy me indicó que ya estábamos llegando a la famosa curva y afiné mi atención. Como siempre cierto pudor me hizo dudar por un instante, pero al final la visión del punto exacto del desastre me hizo santiguarme y pedir en muda oración por las alma