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Un elfo leyendo el Financial Times.

Cuan cierto es que hay días en los que enfrentarse a la hoja en blanco supone más un desahogo que otra cosa. Hoy es uno de esos días:
El gobierno central da palos de ciego en Cataluña, sin hacer nada más para revertir la situación que desgastar a los políticos independentistas, pero atemorizado a la hora de hacer política. A eso se unen los recientes escándalos de corrupción del partido que lo sustenta y la triste constatación de que la causa de la mediocridad en las universidades españolas es también la corrupción. Sumando la asquerosa rendición ante un envalentonado PNV (que a la vez que apoya los presupuestos de Rajoy  lanza torpedos a la línea de flotación de la unidad nacional) tenemos una desafección de su electorado que se une al odio irracional que les profesa la izquierda.
El PSOE, por su parte, sigue embarcado en su cruzada contra la realidad, y ahora centra sus esfuerzos y su todavía inmenso poder mediático en promover la eutanasia y en tratar de convencernos a todos de que los varones españoles somos unos oscuros nigromantes que sólo pensamos en abusar sexualmente de cuanta fémina se cruza en nuestro camino. En el tema presupuestario sigue empeñado en no alcanzar ningún acuerdo con el gobierno y cabalga hacia el mismo desfiladero por donde han caído sus hermanos franceses, griegos, alemanes e italianos: aumentar los impuestos y endeudarse para aumentar el gasto, llegar al apalancamiento y que lo resuelva otro.
Ciudadanos parece la Montglat de la que hablaba Cyrano poco antes de morir, esa que miércoles dijo no y que el viernes dijo sí: Parece que quiere gobernar pero a la vez se nota que siente cierto vértigo a la hora de tomar decisiones, que en su discurso no propone nada nuevo y que se enfada cual adolescente cuando alguien le recrimina sus errores y sus marchas atrás.
De Podemos no se puede hablar sin hacerlo de cada una de sus sensibilidades: Ya hace tiempo que se ha quitado la mascara transversal para mostrarse en su plenitud como chambón de comunistas, anti-sistema, okupas, terroristas, nacionalistas, anti-españolistas, guerracivilistas y, sobre todo y por encima de todo, para demostrar que al final sólo es otro partido oligárquico y autoritario que ha pretendido utilizar nada menos que a los maestros en utilizar el sistema. Cuando salgan de la cama redonda en la que están lo harán creyendo que se han aprovechado de los nacionalistas de izquierdas; en ese momento tal vez se den cuenta de que todo respondía a la estratagema de los que siempre han querido vivir de decirnos a los demás que no hagamos lo que ellos hacen.
Luego están los nacionalistas con sus mentiras que ya sólo creen sus adoctrinados: que si les prohíben hablar sus lenguas, que si España quiere aplastar su cultura, que si vivirían mejor solos (¿No es francamente extraño que todas las comunidades autónomas se sientan agraviadas presupuestariamente con respecto a las demás?).
Y los minoritarios, los partidos de valores, los que se atreven a decir lo que piensan... acallados por todos los medios de comunicación y viviendo en las redes sociales en una realidad en la que casi cada uno de nosotros querríamos vivir. Porque la verdad es que conforme vas acotando tus contactos acabas leyendo sólo a los que te interesan, y así podrías creer que Rosa Díez, Santiago Abascal o Mayor Oreja son alternativas políticas presentes, cuando en realidad no dejan de ser recuerdos o deseos con pocas oportunidades de cambiar nada a corto plazo.
Y te descorazonas un poco con todo esto: ¿Pero no hay nadie cabal que pueda tomar los mandos al menos por un rato y alejar la nave de la tormenta que se avecina en lontananza? Pues no lo parece, la verdad; y mientras mejoran los números de la macro-economía, empeora lo que pensamos de la política en general, porque cada vez es mayor el número de ciudadanos que está hasta las mismas gónadas de que nos pretendan convencer de que este nepotismo manchado es en realidad un despotismo ilustrado.
Y todos los que han tocado poder han demostrado que o han compartido la corrupción o no han tenido las habilidades o las agallas para resolver los problemas de falta de honestidad y de honradez que nos han llevado ya a dos crisis en cuarenta años de democracia.
Políticos, jueces, profesores, militares, religiosos, periodistas, constructores, empresarios, constructores, banqueros, aristócratas, policías, sindicalistas, cooperantes, deportistas... ¿Alguien me puede decir quién no se ha visto involucrado en un escándalo de corrupción, de tráfico de influencias, de abusos o de, en fin, cualquier mezquindad de las que demuestran que cuando Rousseau sentenció que el hombre era bueno por naturaleza estaba bajo los efectos de alguna sustancia psicotrópica?
Pues nada: A seguir mamando, y cuando el dinero de las pensiones se haya gastado íntegramente en acoger refugiados y en pagar a políticos por malgastar nuestro dinero, seguid enarbolando las banderas de lo que digan los periódicos, cuyo código deontológico hace ya mucho tiempo que se parece más a la omertá siciliana que a ese supuesto afán que nos vendieron cuando decían que luchaban por desvelar la verdad y que eran la voz contra los abusos del poder.

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