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De la Semana Santa de Ferrol al muelle de cruceros.

El domingo 21 de Abril fue Domingo de Resurrección y se celebró el último de los actos festivos o procesionales con el que los cristianos conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. De todos es sabido que en Ferrol es la celebración más importante y la que genera un mayor rendimiento económico; este año ha estado especialmente concurrida y ya a muchos ni siquiera les extraña escuchar acentos foráneos o que se informe de las procesiones en medios nacionales o internacionales. Llenamos, está claro, y eso en Ferrol no es habitual... o mejor aún: Sí es habitual, pero sólo en Semana Santa.
La Semana Santa tiene una dimensión religiosa y otra folclórica-cultural, que duda cabe, y sin embargo evoluciona a una velocidad que para sí quisieran otras celebraciones a las que se supone mayor frescura. Tal vez eso no sea tan importante como el impacto que genera en la ciudad, que aunque es difícilmente mensurable está fuera de toda duda.
Uno se para en cualquiera de las calles por las que pasa una procesión y observa unos penitentes que acompañan a una figura religiosa que se mueve al ritmo de una banda de música, y le puede gustar más o menos... pero no puede negar lo que está viendo a no ser que sea retrasado mental.
Otros ven otras cosas: Una procesión en la que hay ornamentos de plata y madera, habitos de seda y raso, bordados en diferentes hilos que van desde los más humildes hasta el hilo de oro, velas, cayados, alabardas, pendones, esculturas, artesanías, uniformes, instrumentos musicales, flores, tallas, ebanistería de la mejor calidad, partituras, lámparas LED... miles de cosas que adornan o ayudan a los varios miles de cofrades que desfilan por motivos que sólo a ellos atañen. ¡Si hasta estoy seguro de que nunca se venden tantas pipas como durante la Pasión! A todo eso se unen los hoteles llenos, los locales de hostelería abarrotados, las contrataciones de refuerzo, los alimentos y bebidas que se venden, los recuerdos, las postales, las pulseras... y es que en general todo va mejor menos el tráfico.
Resulta que la Ruta de la Construcción Naval ha conseguido agotar más de 800 plazas para sus diferentes recorridos, y seguramente pronto los museos (los cuatro, no sólo el de Semana Santa) anunciarán unas cifras de visitantes más que satisfactorias; posiblemente las lanchas han cruzado la Ría más llenas que nunca, y de hecho en Mugardos se ha organizado una Feria de la Almeja cuyos organizadores pretenden que haya llegado para quedarse; el Mercado Central ha organizado eventos para promocionar nuestra gastronomía, y nuestro muy izquierdista gobierno se ha unido ofreciendo alternativas de ocio (con un éxito discreto, por lo que se ve). Incluso los cacharritos de feria del Cantón estaban a reventar el Viernes Santo.
Capítulo aparte merece la afluencia de peregrinos, a los que se ha visto disfrutando de los pasos procesionales y de nuestras viandas: La cantidad de fotografías que tomaban son una cumplida muestra de aceptación.
Estoy seguro de que el fin de las vacaciones ha supuesto un revulsivo hasta para las gasolineras de las salidas de la ciudad, y no dudo que no sólo la ciudad sino toda la comarca se ha visto beneficiada por la afluencia masiva de visitantes.
¿Que hay fallos? Por supuesto ¿Que se pueden mejorar bastantes cosas? Seguramente... pero lo que es indudable es que, hoy por hoy, no hay nada que ni siquiera se acerque a la importancia que tiene para nuestra economía, para nuestra difusión y para nuestra imagen la celebración de la Semana Santa, y estoy seguro de que el esfuerzo de todos los organizadores y participantes debe ser agradecido y celebrado por todos los que aman Ferrol, máxime cuando son todos voluntarios y no cobran por ello.
Después de muchos años sin poder ver algunos de los actos centrales, resumo todo en una pequeña anécdota: En Ferrol Vello, una procesión de la Cofradía de la Soledad recorría la Calle Curuxeiras sin prácticamente más compañía que los componentes de Protección Civil. Al enfilar la Calle San Francisco, empezó a salir gente de los locales de hostelería que, supongo, estaban haciendo su agosto por adelantado. Me coloqué para tomar una instantánea en la que pretendía (sin éxito, por cierto) aunar en una sola foto la calle, la Plaza Vella y la Sala de Armas con la procesión. Como mi teléfono es una castaña y mi cámara de fotos se me estropeó, me demoré un cierto tiempo... hasta que escuché a alguien mascullar algo detrás de mí. Al ver que estaba intentando grabar la procesión en video (pasaba la -para mí- encantadora banda de gaitas "Agarimo") me aparté y observé que era un señor muy alto, de entre sesenta y setenta años, desaliñado y con una gran boina negra que mascullaba algo en francés, y me alejé pensando en lo sorprendente que debe de ser para alguien de fuera asimilar todo eso que a nosotros nos parece tan natural.
Tal vez un día todos sepamos querer más a esta celebración, hasta el punto de que no haya un gobierno municipal que se plantee poner la más mínima traba a su desarrollo; lo normal sería que se la mimará como el tesoro que es, y que no estuviéramos siempre buscando resaltar aquello que no nos ha parecido correcto, pero hay una parte de los ferrolanos que viven en un incordio constante y que quieren enturbiar aquello que un día podría hacernos mucho más grandes de lo que somos.
PD: Hace años que se calcula el impacto económico de la Semana Santa de Ferrol en 30 millones de euros; la verdad es que no he leído el informe que lo justifica, pero sí tengo claro que se gana mucho dinero que de otra forma no se ganaría, que se mantienen oficios que si no seguramente habrían desaparecido de la ciudad, que se estudia, ensaya e interpreta música, que se compran instrumentos, que se contratan sastres, que se alquilan habitaciones y pisos, que se sirven cañas, que se venden recuerdos... y que se hace una impagable publicidad por cada uno de los que vienen a visitarnos en esas fechas... y eso hay partidos políticos que parece que todavía no lo han entendido, por increíble que a mí y a otros muchos nos pueda parecer.

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