Ir al contenido principal

Hay que rellenar la Ensenada de La Malata

Tomábamos tres amigos una cerveza en una tarde calurosa, uno de ellos nos contaba que se había cancelado un evento de los que yo consideraba importante para la ciudad, el otro se preguntaba por qué la Autoridad Portuaria de Ferrol no liberaba terrenos en los muelles interiores para el uso y disfrute de la ciudadanía en general. Iban surgiendo temas como el tráfico ferroviario, el Dique de Mareas de La Cabana y la posibilidad de que se reparasen en el mismo buques de madera: uno comentaba que los barcos no podrían entrar con su arboladura si está sobrepasaba los nueve metros de vano en bajamar, otro que el problema es que en bajamar tal vez no hubiese calado suficiente, otro que si se dragase siempre habría algún modo de que los buques pudieran entrar en el dique, el otro que si se iban a poner portas para poder dejar los barcos en seco...
En un momento dado me preguntaron mi opinión acerca de cómo iba a influir el ferrocarril en los tráficos portuarios, y yo exprese mi niputez en el tema, pero expuse mi opinión de que con este presidente de la Autoridad Portuaria no íbamos a conseguir absolutamente nada por su plegamiento total al que lo ha nombrado para que sea su títere en la ciudad. Ninguno de los otros interlocutores intuimos siquiera el bombazo que iba a soltar el tercero: Lo que hay que hacer es desecar la Ensenada de la Malata para hacer una gran plataforma logística, y después todo Punta Arnela.
No puedo decir que me quedé de piedra, porque no es la primera vez que escucho este tipo de desatinos para los cánones actuales, pero sí me extrañó por venir de quien venía; el caso es que hay gente que considera que hay que hacer la ciudad más productiva, y que hay que hacerlo en el propio entorno urbano. Yo le expliqué mi posición (que es inequívoca desde hace años) de que lo que se necesita es una conexión ferroviaria con el polígono industrial de Río do Pozo, los de Puentes y los de Lugo, vertebrando toda la Terra Chá -especialmente Villalba- y permitiendo no sólo un tráfico granelero y de manufacturas ecológico y económico, sino también una dinamización de una Galicia rural más que necesitada de un revulsivo, y añadí: "Me parece incomprensible que los polígonos industriales no se construyan pegados a las vías de tren".
Después de pedir otra cerveza, la conversación decayó un poco; no tuvo que ver con ningún tipo de depresión del Sistema Nervioso Central, puesto que los tres la tomábamos sin alcohol, pero a mí me hizo pensar por enésima vez en lo necesitados que estamos de buenas noticias y en las pocas que llegan.
Sé que más pronto que tarde el progreso llegará a Ferrol como el "Caballo de Hierro" llegó a California, pero no deja de ser triste comprobar como ya ni la firma de la orden de ejecución de las nuevas fragatas para la Armada Española consigue que un ferrolano de base se ilusione en lo más mínimo. Estamos hartos de que nos prometan el oro y el moro para después comprobar como todo sigue igual aunque no empiece a llover. Llegan los festivos de Semana santa, la ciudad estará otra vez más llena que nunca, los que repiten ven nuevas restauraciones y los museos (ahora ya por fin se ha conseguido el tan reclamado por algunos de la Semana Santa) mejorarán su cuenta de resultados. Es posible que las lanchas crucen incesantemente la Ría y que los hosteleros contraten a personal que los ayude a afrontar el aluvión de visitantes. Será del año la estación florida, que escribió Góngora.
Dentro de diez días estamos llamados a las urnas para elegir quién presidirá el gobierno: el Puerto Exterior al trantrán, la depuración sin finalizar, el asilo en el plano de lo teórico, las fragatas en algún despacho de Madrid, la Plaza de Armas como latente amenaza de cuatro años más de suarismo, Dolores rodeada de vallas de obra, las calles y carreteras sin arreglar, el Parque del Montón cerrado, el estanque de Aquaciencia seco, el Pabellón de la Malata con el mismo parqué, la Vía de Alta Capacidad del Cantábrico olvidada en un cajón de Santiago, el tren y las vías del Siglo XIX recordando lo poco o nada que le importamos a los demás, los peajes a Coruña cada vez más caros... y los ferrolanos olvidados en esta increíble esquina donde el mundo nunca sabe si quiere acabarse o empezar.
Confieso que, por más que lea, estudie, piense, razone y juzgue, sigo sin entender por qué demonios tenemos que soportar esto o refrendar que alguien lo haga cuatro años más.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Demasiados talveces, demasiados quizases.

Es una mañana bonita, con los rayos de sol colándose entre nubes de colores, de esas que siempre aparecen después de la tormenta. La ciudad está dormida, como la Vetusta de Clarín, y sin embargo ya algunos leen la prensa con un café, otros pasean y algunos peregrinos comienzan su viaje con la expectativa de que al final se encontrarán a sí mismos al divisar las torres de la Catedral de Santiago. Ferrol es un punto de partida, que duda cabe: De Ferrol han partido barcos desde que empezaron a hacerse, peregrinos desde que se encontró la tumba de Santiago el Mayor, ferrolanos desde que los marinos hicieron de la ciudad una de sus sedes. Hoy, se dice que hay 15.000 ferrolanos que viven dispersos por el mundo, e incluso hay quien asegura que se podría hacer un programa dedicado sólo a esos emigrantes que no se sabe por qué, hicieron de la canción de Santi Santos su himno y su filosofía de la vida. Yo ya marché y ya volví, y nunca juré que no lo haría. Vivir fuera es tal vez la mejor vacu

Querido Javier... o querido Ignacio.

Estoy dándole vueltas acerca de a quién escribirle esta carta, porque ya me estoy cansando de que nadie me responda. Empecé con Mel Gibson, luego fue Antonio Banderas, Amenábar... creo. Nada, que nadie me responde, y encima Scarlett Johanson no se ha comprado un piso en Ferrol, pero voy a probar otra vez, a ver qué pasa esta vez. Si la carta fuera para Javier Gutierrez le diría que empiece a abandonar su discreción y se compre un casoplón y publique alguna foto en los mejores restaurantes de la ciudad, o en donde le dé la gana pero que sean sitios que molen, y que vaya pensando en producir alguna película (y protagonizarla) en la que nuestra ciudad esté presente. En cambio, si la carta fuera para Ignacio Rivera,en cambio, le diría que vaya a conocer a Marcial Pita y a su proyecto Astillero en Esmelle. ¿Que por qué? Pues porque los señores de Estrella Galicia están invirtiendo en vios una mantecá y bajo la marca Ponte da Boga, ya están sacando unos monovarietales que, conociendo a Don

De prólogos y epílogos.

Desde mi más tierna infancia y desde hace generaciones, las fiestas de la Natividad de Jesús marcan un fin de ciclo en la vida de millones de personas. El año nuevo cristiano trasciende las creencias y tiene algo de metamorfosis en el que tanto de forma individual como colectiva, muchos se proponen enmendar los errores del pasado y mejorar en lo venidero. Muchos somos una excepción y nos agarramos al "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy" en lo personal, pero Ferrol no vive su mejor momento, y eso es algo que para muchos es una parte consustancial a nuestra vida. Sí: La crisis es algo en lo que muchos ferrolanos han nacido, crecido y vivido, e incluso hay quien no recuerda un Ferrol ajena a ello... Pero crisis es un término que tuvo un significado que es al que debemos agarrarnos: el cambio. Hemos cambiado desde siempre, o al menos desde que somos lo que somos; nacimos para hacer barcos y dar cobijo a las naves de la Armada Real, y eso es también consustancial

Una rodaja del Mistral

Esto de los blogs se complica cada día, y por eso sólo voy a escribir una breve nota de algo que no va a pasar: El Museo Naval de Ferrol y EXPONAV han solicitado a la Armada que, una vez se concluyan la desmilitarización y baja en la Armada del submarino Mistral, les sea proporcionada una rodaja del mismo para que sea musealizada y visitable. Se está a la espera de la respuesta. Y del envío.

El tiempo que pasa, inexorable.

1. El Alvia.  Como si fuera un punto de fuga en un cuadro de Tintoretto lo primero que me atrajo aquella muy temprana mañana de verano, húmeda y lluviosa, fueron esas velas que recordaban la tragedia pasada hacía muy pocos días en Angrois. Yo estaba a punto de coger el mismo tren, el Alvia de Madrid, pero en el sentido inverso de la marcha. Reinaba cierta conmoción en la estación, pese a estar prácticamente vacía. Después de equivocarme de tren y estar a punto de acabar al otro extremo de España ocupé al fin mi asiento y me dispuse a disfrutar del viaje. A mí me encanta viajar en tren y ese trayecto era completamente nuevo para mí, ya que mi último viaje desde La Coruña fue por la vía antigua. El brusco descenso de la velocidad del convoy me indicó que ya estábamos llegando a la famosa curva y afiné mi atención. Como siempre cierto pudor me hizo dudar por un instante, pero al final la visión del punto exacto del desastre me hizo santiguarme y pedir en muda oración por las alma