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¿Cuando nos volvimos gilipollas?

Cuando era niño a todos nos gustaban, sin excepción, las películas americanas: Las de guerra, las de indios y vaqueros, las de Disney, las del espacio, las de superhéroes, las de Spielberg... además veíamos, gracias a la única televisión de entonces, películas españolas, que eran francamente mejores que ahora en fotografía, interpretaciones y argumento, hasta el punto de que cada vez que reponen una de Marisol la ve más gente que cualquier gran éxito del -autoproclamado- mundo de la cultura.

Un día decidimos arremeter contra todo lo malo que había y contra todo lo malo que no había: La defensa del mundo homosexual, la negación de la existencia de fieles o actos religiosos, el antipatriotismo, la demonización de cuanto haya hecho España en su historia o la relativización de todo lo que se considere bueno ha traído como consecuencia lógica que el cine español sea insostenible y que haya que subvencionarlo.

Sin embargo hoy existe un vector en la transmisión de la opinión que antes no existía y gracias a él se boicotea a cualquier energúmeno en menos que canta un gallo. Trueba está hoy sufriendo que todos los españoles de los que se avergüenza han decidido no ver su bodrio, y con la re-interpretación de Los últimos de Filipinas va a pasar lo mismo.

Al final resulta que la socialdemocracia no era tan perfecta y que hay gente que se empieza a hartar de ser el tonto, el malo y el intolerante y encima pagar por ello con sus impuestos y en la taquilla. Para acabar de redondear el timo imperante en Europa en los últimos cincuenta años ahora proponen los agentes sociales que las pensiones contributivas y las no contributivas se equiparen, para que los pobres que no han podido cotizar no sufran penurias en su vejez. Es brillante, pero sólo en los mundos de la gominola.

Vivimos en un país en el que la principal afición es no cotizar, pagar en negro, defraudar y robar un poquito, pero no hay que preocuparse: Dentro de unos años viviremos en uno en el que las pensiones de trescientos euros no cubrirán las necesidades de nadie, por lo que volveremos al colchón y a la hucha, y en ese momento tal vez alguno se empiece a plantear para qué narices pagaba un 20% de IRPF, otro tanto de IVA y otro tanto de tasas municipales, autonómicas y estatales, y tal vez todos esos políticos que han ameritado cobrar unas diez veces lo que ellos consideran y han legislado que es justo volvamos a la guadaña y a la antorcha, y alguno dirá que "no era esto, no era esto".

PD: Una prueba asquerosa de la falta de moral imperante es la de esos padres que han recaudado más de trescientos mil euros poniendo a su hija enferma como reclamo caritativo. Hay días que, gracias a nuestros representontos, añoras regímenes pasados.

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