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Mis villanos favoritos (o el porqué de Lluvia Fina).

Por supuesto que cuando escribo villanos me refiero a los habitantes de mi villa, no a esos malvados protagonistas de los sainetes que atribulaban a inocentes mujercitas simplemente por placer; no, la cosa es que en Ferrol hay mucho opinador, y aunque a veces es incómodo ver como los mismos dicen siempre lo mismo, hay otras en que las meteduras de pata rozan lo entrañable.
Tal vez sea un producto de la mezcla entre una población con un nivel cultural relativamente alto con una población no activa bastante nutrida, pero el caso es que hay personajes que ya se han convertido en parte del paisaje que muestra mi pantalla.
Hay un personaje que creo que escribe en diferentes periódicos con diferentes nombre. Su vida es Ferrol en Común, o al menos es lo que demuestra, porque cada vez que alguien publica algo sale con los mismos lugares comunes en al menos dos de los diarios locales. Discutir con él es como tratar de pintar de blanco una pared recién pintada de blanco: Los efectos son inapreciables, y es tremendamente aburrido leer sus alabanzas a cualquier idea que se les pase por la cabeza a los "comunes".
En el diario de más tirada hay un personaje que parece una mujer (también es suposición mía, porque no se le ven los patucos) y se dedica a alabar al Partido Popular como si recibiera un sueldo; de hecho, lo más probable es que así sea, porque es la única explicación de tanto entusiasmo. Es como una némesis del anterior, como el ying de otro yang que compite para ver quien alaba más a los suyos y critica más a los otros. Ambos son tremendamente aburridos.
También hay un anticlerical trasnochado que sólo aparece cuando se menciona a la Iglesia Católica. Éste es uno de los sujetos más desagradables que pueblan la tribu de los comentaristas de la pequeña aldea gala: Aparece, critica a la Iglesia y a sus fieles y luego desaparece, como esos peces abisales que tienen la lucecilla en la frente que encienden mientras esperan enterrados en la arena.
En mis redes sociales borré a varios gilipollas que pretenden intimidarme con amenazas más o menos veladas, pero hay algunos personajes que permanecen, porque me encanta enmendarles la plana y sacarles los colores (antes no existían los zascas, sino que se ponía a la gente en evidencia, cosas de las leyes de educación). Este personaje en cuestión redacta mal, mete la pata, escribe lo que le han contado, pero me parece digno de compasión, porque cuando le argumentas la verdad se suele quedar sin palabras hasta que cree que has metido la pata y vuelve a aparecer para corregirte y posteriormente recibir su correspondiente baño de agua fría.
No sé si es alguien digno de lástima, un demenciado o el mismísimo actor secundario Rivas -ese Doctor No al que mantenemos como antes hicimos con su madre- pero hay un personaje que me está empezando a resultar "riquiño", que es uno que de vez en cuando aparece y dice que la única alternativa para la ciudad es el BNG, aunque jamás explica por qué. El tío se mete en las típicas ristras de comentarios y así, de sopetón, espeta que la única alternativa es el nacionalismo. Y no responde a ninguna de las diatribas con que suele ser recompensado.
Luego están los coñazos; sí, son unos personajes que son pesados, que escriben cosas larguísimas de las que no tienen ni idea, que se creen que su aportación es necesaria, y que en definitiva tienen que demostrar que saben más que tú de cualquier cosa acerca de la que escribas, aunque la mayoría de las veces toquen de oído y no tengan ni idea del tema en cuestión.
Luego están los desinformados que te adoran, los desinformados que te odian, los desinformados que te preguntan y los desinformados que creen que mi teclado y yo somos como Batman y Robin y que podemos cambiar el mundo. No sé cómo explicároslo pero, como católico que intento ser, siento muchísima ternura por la gente que te expresa su admiración, su desprecio o su aplauso.
Y también hay una serie de gente buena con la que no coincido en mucho pero con la que me gusta debatir, porque eso me hace estudiar más, leer más, informarme más...
Porque no me entendáis mal: el hecho de que mi mayor pecado sea la soberbia no me impide reconocer que hay muchísimos temas en los que no debo meterme, que hay muchísimas veces en las que no tengo razón y que hay muchísimas veces en las que más me valdría irme a jugar al mus...
Pero esa niebla que va haciendo todo uniforme, ese orballo que te moja sin hacerte daño, esa lluvia fina que fertiliza todo... me está haciendo crecer día tras día, y es sólo gracias a vosotros, porque nada tendría sentido si no hubiera una interacción. y sólo por eso merece la pena escribir, leer, pensar, borrar, corregir, pasar un tiempo solo y enfrentarse al miedo del folio en blanco.
Todo esto es, simplemente, porque vosotros estáis ahí.

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