1.
¿Es un fin el ocaso o es principio de algo?
¿Es el final de un día o el nacer de una noche?
¿Cómo es que contemplamos de luz tanto derroche?
¿Y esa gama purpurea? De mi asombro no salgo.
Y yo no puedo menos que pensar que más lejos
en un lugar del mundo el sol esta saliendo
y esos amaneceres nos estamos perdiendo
por estar preocupados en hacernos más viejos.
¡Necio es pensar que estamos algo más que de paso
y creer que nuestro estado va a seguir siendo el mismo!
Es mejor darse cuenta de que eso nos espera
y a cantos de sirena que oigamos no hacer caso
pensar que el Sol es Ícaro cayendo en un abismo
y olvidar que de fuego es tan sólo una esfera.
Quiero con este soneto en versos alejandrinos cargado de hiperbatones introduciros en una reflexión acerca de la vida, su devenir y su programado final. Para mí no hay ninguna duda de que hablar de ocasos es siempre hablar de amaneceres. Por ejemplo: En el hospital en que llegamos al mundo moría alguien a la vez en otra planta, y es de esa sucesión de la que debemos aprender que nuestra vida está sujeta a constantes cambios, y que el mundo también funciona igual.
Cuando yo nací gran parte de los españoles temían el ocaso del mundo en el que habían nacido y en el que se sentían cómodos. A la vez otra parte asistía optimista al amanecer de un nuevo día. Incluso es posible que a los adalides del nuevo orden democrático les sirviera de inspiración aquel verso final del Cara al Sol que decía "... que en España empieza a amanecer." Hoy asistimos al ocaso de esa transición pero a la vez al nacimiento de algo distinto.
Porque ahí está la verdadera clave de todo: Ni todo lo viejo es malo o caduco ni todo lo nuevo es bueno y fresco. A mí por ejemplo siempre me ha puesto nervioso el término ese de la "transición". Ya Heráclito de Éfeso lo había anticipado hace veinticinco siglos: "Todo cambia, nada permanece..." y pocas verdades hay, paradojicamente, tan inmutables.
La nueva cocina, los nuevos partidos, las nuevas tecnologías... ¡Qué ilusos somos! ¿Es que no somos capaces de darnos cuenta de que no hay nada nuevo? Si acaso hay algo actual, pero que en seguida será viejo. Hoy asistimos como papanatas al nacimiento de unas tecnologías que causarán risa en nuestros hijos, y ellos asistirán a descubrimientos que despertarán simpatía en sus nietos.
La próxima vez que comáis una espuma de coliflor, que os admiréis de la dialéctica de algún brillante orador que despierte vuestra simpatía o que mandéis un mensaje instantáneo por algún novedoso aparato de reciente adquisición recordad que el camino difícil ya se ha recorrido, y que no nacimos cazando mamuts, que Platón no está hace milenios o que en oriente, antes de que nuestros antepasados tapasen sus vergüenzas, se inventó la escritura que permite que yo escriba, tú me leas y que el mundo evolucione.
2.
Es curioso que repase esta entrada, escrita antes del fallecimiento de Adolfo Suárez y resulte tan apropiada para lo que ha pasado ¿Quiénes quedan vivos de esos protagonistas? Franco y Carrero -o su muerte- desencadenaron ese proceso tan ensalzado en todo el mundo y que tanto nos costó en dignidad y en vidas a los españoles. Se puede decir que de los grandes protagonistas sólo está en activo Juan Carlos I y que quedan unos pocos en capilla y más bien olvidados. En los próximos años es más que posible que despidamos a más protagonistas, a militares del 23-F y al propio monarca.
¿Es verdad, como sosotienen algunos articulistas, que Adolfo Suárez era el símbolo que nos faltaba para unirnos? ¿Es Adolfo Suárez nuestro J.F.K.? ¿No habíamos quedado en que era el rey el que nos trajo la democracia? ¿Acallarán los actos de estado los clarines secesionistas catalanes y vascos y las ansias republicanas de la izquierda?
Sé que no hace falta que conteste a ninguna de estas preguntas, sé que son preguntas retóricas y sé que estoy siendo un poco socrático al plantearlas, pero no me importa, porque después de la brutal batalla de Madrid en reivindicación de la dignidad protagonizada por radicales gallegos y vascos y de la reacción del impresentable cacique de los catalanes es más que seguro que no hace ninguna falta recordaros nada. Espeluznante Ibarretxe con txapela haciendo alarde de su vasquismo en el funeral de Iñaki Azkuna.
3.
Porque, eso sí... cuán católicos nos mostramos ante la parca. Le indicaba San Pablo al obispo de Antioquía que al atardecer de la vida sería examinado del amor, que no es algo que a algunos realmente preocupe en exceso. Tal vez la paradoja más grande en este sentido es una de mis obras poéticas favoritas, o mi favorita, no sé. En las Coplas de Jorge Manrique, para mí una cumbre de la literatura en castellano, el autor nos enseña lo vano que es querer perpetuarse en esta tierra por acciones, riquezas o cualquier otro mérito y alcanza la inmortalidad al hacerlo.
"Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
como se pasa la vida
como se viene la muerte
tan callando..."
Sólo pensarlo y darse cuenta de ello debería hacernos cambiar, pero lo único inmutable del hombre es su propia estupidez... aunque como decía al principio, el ocaso no es más que otro principio ¿No?
Comentarios
Publicar un comentario