Yo, como el antipático de Umbral en su famosa entrevista con Mercedes Milá, voy a hablar de "mi libro", y lo aclaro porque no voy a hablar de la rapa das bestas de Sabucedo, que a mí no me son nada y me da igual, sino de la que se celebra allá por San Pedro en la Capelada, que es la Sierra que está al Norte, y no digo al Norte de qué, porque está al Norte de todo, junto a la Estaca de Bares... sí, la de verdad, no mi sección de críticas a los locales de hostelería y demás.
La Capelada.
Entre los ayuntamientos de Cariño, Ortigueira y Cedeira se encuentra uno de los lugares con más magia de la Península ibérica y seguramente de todo el continente europeo (sí, inglés,más que Stonehenge). ¿Qué exagero? ¿Y si te digo que en la Capelada están San Andrés de Teixido y la Garita de Herbeira? ¿Tampoco? ¡Por Dios, estoy entre paganos! Bueno, empecemos por el principio:
Casi todo el mundo sabe que cuando Dios terminó de hacer el mundo descansó, y muchos sabemos que una de sus manos la apoyó en Galicia y que de ahí nacieron las Rías. Los que no lo sabíais seguramente ignoraréis que mientras hacía Europa y separaba las tierras de las aguas le salieron los acantilados más altos de Europa justo en esta sierra de la Capelada. Carlos III, que era muy listo, mandó construir allí una garita (vixía) que aun hoy en día nos deja con cara de idiotas a los que nos tomamos la molestia de ir de vivos a San Andrés.
Porque San Andrés es otro de los ingredientes que llena de magia a este rincón de todo. Según la tradición, a este pintoresco pueblo colgado de un acantilado hay que ir al menos una vez en la vida, ya que si no tendrás que ir de muerto convertido en animal, cosa que no carece de atractivo y que para muchos justifica la existencia de zorros, ciervos, corzos, lobos, vacas... y caballos salvajes. Lo de que las vacas sean almas en peregrinación inspira ciertos reparos para degustar su maravillosa carne, lo de los caballos explica la rapa.
El Curro.
El curro es el recinto o el acto (no me queda muy claro) de reunir todos los caballos salvajes de la zona para luego ser reducidos por los aloitadores y ser desparasitados después de ser despojados de sus crines (rapados). Está tradición se conserva en varias zonas de Galicia en las que han de darse al menos dos requisitos: Tener salvajes y tener caballos; porque es algo digno de verse cuando los mozos del lugar agarran a los caballos y tras morderles las orejas, darles patadas y zancadillearles los reducen y permiten así el marcado. Entre otras actividades poco delicadas están las peleas de garañones (sementales) y la degustación de potro (mi mujer antes se muere de pena, lo que son las cosas).
Ortigueira y el Ortegal.
En esta zona también se celebra el Festival de Ortigueira, que viene siendo la mayor feria de folk y neo-hippies del continente. Para algunos los piojos que acompañan a algunos de sus asistentes acabarán subiendo a San Andrés por no haberlo hecho en vida, pero lo cierto es que decenas de miles de personas disfrutan de la música folk con raíces celtas desde hace decenas de años, y que eso dota de una inusual vida al viejo tren de vía estrecha, que va a acabar convirtiéndose en un atractivo turístico de desfasado que está.
Estaca de Bares, pero la mía: El kilovatio.
Medio empotrado en un transformador (de ahí su nombre) está El Kilovatio, donde según los entendidos se toma el mejor marraxo a la plancha del planeta. Este tiburón poco publicitado se sirve con unas patatas que dudo hayan viajado más de quinientos metros desde donde fueron sembradas al plato y se ha convertido en un reclamo turístico más de la Villa de Cedeira, casi tanto como la playa de la Magdalena.
Yo recomiendo que intentemos hacer el día completo en esa zona aun casi intacta y que cojamos la carretera hasta Bares y conozcamos su Semáforo; que vayamos a Cariño y a Ortigueira; que después subamos a la Capelada y admiremos el juego de los halcones en Herbeira y veamos a los potrillos retozando junto a la carretera y a las yeguas de larga melena dirigiéndo sus orejas hacia nosotros y que después de todo eso tomemos el café en San Andrés de Teixido y tratemos de cumplir todos sus rituales y de entender los exvotos (y alucinemos con los ataúdes de niños, las cabezas y los barcos) y que acabemos el día en Cedeira tratando de comer sus percebes, sus setas, su marraxo, su carne... y que después de todo ese día intentemos explicárselo a alguien.Seguro que en ese momento, al quedaros sin palabras, coincidiréis conmigo en lo de la magia.
La Capelada.
Entre los ayuntamientos de Cariño, Ortigueira y Cedeira se encuentra uno de los lugares con más magia de la Península ibérica y seguramente de todo el continente europeo (sí, inglés,más que Stonehenge). ¿Qué exagero? ¿Y si te digo que en la Capelada están San Andrés de Teixido y la Garita de Herbeira? ¿Tampoco? ¡Por Dios, estoy entre paganos! Bueno, empecemos por el principio:
Casi todo el mundo sabe que cuando Dios terminó de hacer el mundo descansó, y muchos sabemos que una de sus manos la apoyó en Galicia y que de ahí nacieron las Rías. Los que no lo sabíais seguramente ignoraréis que mientras hacía Europa y separaba las tierras de las aguas le salieron los acantilados más altos de Europa justo en esta sierra de la Capelada. Carlos III, que era muy listo, mandó construir allí una garita (vixía) que aun hoy en día nos deja con cara de idiotas a los que nos tomamos la molestia de ir de vivos a San Andrés.
Porque San Andrés es otro de los ingredientes que llena de magia a este rincón de todo. Según la tradición, a este pintoresco pueblo colgado de un acantilado hay que ir al menos una vez en la vida, ya que si no tendrás que ir de muerto convertido en animal, cosa que no carece de atractivo y que para muchos justifica la existencia de zorros, ciervos, corzos, lobos, vacas... y caballos salvajes. Lo de que las vacas sean almas en peregrinación inspira ciertos reparos para degustar su maravillosa carne, lo de los caballos explica la rapa.
El Curro.
El curro es el recinto o el acto (no me queda muy claro) de reunir todos los caballos salvajes de la zona para luego ser reducidos por los aloitadores y ser desparasitados después de ser despojados de sus crines (rapados). Está tradición se conserva en varias zonas de Galicia en las que han de darse al menos dos requisitos: Tener salvajes y tener caballos; porque es algo digno de verse cuando los mozos del lugar agarran a los caballos y tras morderles las orejas, darles patadas y zancadillearles los reducen y permiten así el marcado. Entre otras actividades poco delicadas están las peleas de garañones (sementales) y la degustación de potro (mi mujer antes se muere de pena, lo que son las cosas).
Ortigueira y el Ortegal.
En esta zona también se celebra el Festival de Ortigueira, que viene siendo la mayor feria de folk y neo-hippies del continente. Para algunos los piojos que acompañan a algunos de sus asistentes acabarán subiendo a San Andrés por no haberlo hecho en vida, pero lo cierto es que decenas de miles de personas disfrutan de la música folk con raíces celtas desde hace decenas de años, y que eso dota de una inusual vida al viejo tren de vía estrecha, que va a acabar convirtiéndose en un atractivo turístico de desfasado que está.
Estaca de Bares, pero la mía: El kilovatio.
Medio empotrado en un transformador (de ahí su nombre) está El Kilovatio, donde según los entendidos se toma el mejor marraxo a la plancha del planeta. Este tiburón poco publicitado se sirve con unas patatas que dudo hayan viajado más de quinientos metros desde donde fueron sembradas al plato y se ha convertido en un reclamo turístico más de la Villa de Cedeira, casi tanto como la playa de la Magdalena.
Yo recomiendo que intentemos hacer el día completo en esa zona aun casi intacta y que cojamos la carretera hasta Bares y conozcamos su Semáforo; que vayamos a Cariño y a Ortigueira; que después subamos a la Capelada y admiremos el juego de los halcones en Herbeira y veamos a los potrillos retozando junto a la carretera y a las yeguas de larga melena dirigiéndo sus orejas hacia nosotros y que después de todo eso tomemos el café en San Andrés de Teixido y tratemos de cumplir todos sus rituales y de entender los exvotos (y alucinemos con los ataúdes de niños, las cabezas y los barcos) y que acabemos el día en Cedeira tratando de comer sus percebes, sus setas, su marraxo, su carne... y que después de todo ese día intentemos explicárselo a alguien.Seguro que en ese momento, al quedaros sin palabras, coincidiréis conmigo en lo de la magia.
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