Un barco de madera que no existe lleva rondando mi cabeza desde hace varios días. Todavía no sé qué tamaño tiene, ni qué tipo de barco es, ni siquiera sé quién lo va a construir; lo que sí sé es que va a ser algo mágico, y que para algunos se convertirá en un símbolo de lo que tiene que pasar en adelante.
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Se despertó esa mañana pensando otra vez en ocupar su tiempo en algo, pero sin saber muy bien en qué. La permanente crisis le había mandado a su casa, como a tantos otros hombres buenos. Sólo sabía hacer barcos y la vida le había dicho que siguiera otro camino, aunque él se resistía con todas sus ganas. Salió de casa con un paso cansino de hombre derrotado y se dirigió a esos muelles que habían acogido su esfuerzo durante tantos años; allí se encontró con algo que jamás creyó ver: Alguien construía un barco.
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- El problema, llegados a este punto, es que no se puede usar cualquier madera: El agua, la sal, la intemperie; todo se alía para destrozar nuestra obra.
- ¿Entonces que debemos hacer?
- Sin duda buscar maderas nobles: Roble, nogal, castaño, cerezo... estoy seguro de que alguien sabrá decirnos qué madera es adecuada para cada cosa. Incluso es posible que alguien más se una a nuestro proyecto.
- ¿Alguien más? Te recuerdo que la mañana en que empecé a ayudarte éramos sólo tu y yo ¿No crees que somos ya demasiados?
- Nunca seremos demasiados, tenlo siempre presente.
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Mucho más difícil que encontrar la madera fue encontrar la cordelería y el paño. Ya prácticamente no hay nadie que utilice esos materiales y por eso el hallazgo se hizo de rogar. Pero siempre quedan románticos con ganas de cambiar el mundo, y al igual que el ingeniero naval había proyectado ese velero tradicional y que ese joven maderero les había ido asesorando en los materiales aquella mujer tenía todos los ingredientes necesarios para completar el aparejo del pequeño navío.
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Hace tiempo que carpinteros de ribera, maestros veleros, calafateadores, cordeleros y todo el entramado necesario habían sustituido sus anteriores ocupaciones por esa nueva oportunidad que la vida les ofrecía. A la venta de la primera nave le siguieron cada vez más encargos y cada vez más complejos. El antiguo y abandonado astillero bullía con una permanente actividad, los bosques de la zona habían abandonado el anterior monocultivo para producir muchas y buenas maderas, por cualquier parte se veía una incipiente industria de algodón, cáñamo o lino. La universidad, el museo naval, los astilleros, el puerto... todas las instituciones querían participar en el proyecto. Antes de que se dieran cuenta empezaron a recibir visitas de fuera, y la cada vez más nutrida flota se convirtió en un foco de convivencia y en una escuela de respeto al medio y a las tradiciones.
La ría volvió a hacer barcos, asombrando a propios y extraños y enjuagando poco a poco el indecente problema del paro en la comarca.
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La suerte que tengo es que yo sé que esto va a pasar, igual que sé que tantas otras cosas van a ir bien; El Paraguas conseguirá un gran vino, The Camp se consolidará en San Jorge, Las Pepitas conseguirán ser declaradas de interés turístico nacional, el Puerto saldrá adelante y los cruceros se asentarán en Ferrol. También sé que la Universidad se convertirá en un foco de atracción, que la eterna candidatura se consolidará en una declaración, que el Racing ascenderá y que nuestros asombrosos deportistas seguirán consiguiendo éxitos en triatlón, atletismo, remo y baloncesto. Sé que la Ruta de la Construcción Naval se asentará, y que nunca nos quedaremos sin lanchas en la Ría.
Porque sé que nuestro esfuerzo, nuestra inconformismo, nuestro tesón... son fruto de que somos hijos de gente de fuera, que un día dejó sus tierras para ver nacer una ciudad que vivía del mar y para el mar, y porque conozco la dureza de aquellos que han sufrido los embates de las tormentas no me cabe duda de que saldremos adelante con la ayuda de Dios.
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Feliz día del Carmen a todos, abrir los ojos a un nuevo mundo y veréis como aparece ante vosotros.
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Se despertó esa mañana pensando otra vez en ocupar su tiempo en algo, pero sin saber muy bien en qué. La permanente crisis le había mandado a su casa, como a tantos otros hombres buenos. Sólo sabía hacer barcos y la vida le había dicho que siguiera otro camino, aunque él se resistía con todas sus ganas. Salió de casa con un paso cansino de hombre derrotado y se dirigió a esos muelles que habían acogido su esfuerzo durante tantos años; allí se encontró con algo que jamás creyó ver: Alguien construía un barco.
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- El problema, llegados a este punto, es que no se puede usar cualquier madera: El agua, la sal, la intemperie; todo se alía para destrozar nuestra obra.
- ¿Entonces que debemos hacer?
- Sin duda buscar maderas nobles: Roble, nogal, castaño, cerezo... estoy seguro de que alguien sabrá decirnos qué madera es adecuada para cada cosa. Incluso es posible que alguien más se una a nuestro proyecto.
- ¿Alguien más? Te recuerdo que la mañana en que empecé a ayudarte éramos sólo tu y yo ¿No crees que somos ya demasiados?
- Nunca seremos demasiados, tenlo siempre presente.
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Mucho más difícil que encontrar la madera fue encontrar la cordelería y el paño. Ya prácticamente no hay nadie que utilice esos materiales y por eso el hallazgo se hizo de rogar. Pero siempre quedan románticos con ganas de cambiar el mundo, y al igual que el ingeniero naval había proyectado ese velero tradicional y que ese joven maderero les había ido asesorando en los materiales aquella mujer tenía todos los ingredientes necesarios para completar el aparejo del pequeño navío.
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Hace tiempo que carpinteros de ribera, maestros veleros, calafateadores, cordeleros y todo el entramado necesario habían sustituido sus anteriores ocupaciones por esa nueva oportunidad que la vida les ofrecía. A la venta de la primera nave le siguieron cada vez más encargos y cada vez más complejos. El antiguo y abandonado astillero bullía con una permanente actividad, los bosques de la zona habían abandonado el anterior monocultivo para producir muchas y buenas maderas, por cualquier parte se veía una incipiente industria de algodón, cáñamo o lino. La universidad, el museo naval, los astilleros, el puerto... todas las instituciones querían participar en el proyecto. Antes de que se dieran cuenta empezaron a recibir visitas de fuera, y la cada vez más nutrida flota se convirtió en un foco de convivencia y en una escuela de respeto al medio y a las tradiciones.
La ría volvió a hacer barcos, asombrando a propios y extraños y enjuagando poco a poco el indecente problema del paro en la comarca.
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La suerte que tengo es que yo sé que esto va a pasar, igual que sé que tantas otras cosas van a ir bien; El Paraguas conseguirá un gran vino, The Camp se consolidará en San Jorge, Las Pepitas conseguirán ser declaradas de interés turístico nacional, el Puerto saldrá adelante y los cruceros se asentarán en Ferrol. También sé que la Universidad se convertirá en un foco de atracción, que la eterna candidatura se consolidará en una declaración, que el Racing ascenderá y que nuestros asombrosos deportistas seguirán consiguiendo éxitos en triatlón, atletismo, remo y baloncesto. Sé que la Ruta de la Construcción Naval se asentará, y que nunca nos quedaremos sin lanchas en la Ría.
Porque sé que nuestro esfuerzo, nuestra inconformismo, nuestro tesón... son fruto de que somos hijos de gente de fuera, que un día dejó sus tierras para ver nacer una ciudad que vivía del mar y para el mar, y porque conozco la dureza de aquellos que han sufrido los embates de las tormentas no me cabe duda de que saldremos adelante con la ayuda de Dios.
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Feliz día del Carmen a todos, abrir los ojos a un nuevo mundo y veréis como aparece ante vosotros.
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