No pretende el título de esta entrada hablar de lo maravilloso, distinto o lo que sea que es algo; pretendo contraponerlo a los lugares comunes, a aquello a lo que siempre se recurre para dar solución o respuesta a algo.
De vez en cuando leemos o escuchamos en algún medio un lema o mantra que se repite constantemente intentando crear opinión o incluso promocionando algo. Ejemplos hay miles: En lo turístico a veces parece que en España sólo existen los sanfermines, la tomatina y algunas ciudades o parajes que, no por carecer de atractivo para mucha gente, dejan de empañar el brillo de otras atracciones al menos igual de interesantes.
Ya os habréis dado cuenta de que en Galicia aparece una atracción de vez en cuando que es de la única que se habla hasta que se satura: Santa Tecla, Santiago, la Torre de Hércules, Combarro, el Camino, las Cíes, Piedrafita del Cebreiro, la Muralla Romana de Lugo, la Playa de las Catedrales, Ézaro, el banco más bonito del mundo y el Fuciño de Porco han entrado en escena de forma milagrosamente regular; actualmente están calentando desde el banquillo San Esteban de Ribas do Sil y la Ribeira Sacra, Redes, las Fragas del Eume y San Andrés de Teixido. Apuesto a que los astros se alinean misteriosamente y este verano hay una que despunta. Que nadie se preocupe, que hay cantera: todos esos desconocidos pazos gallegos, A Mezquita, La Fonsagrada, Ribadavia, Mugardos, el Ferrol de la Ilustración, Betanzos (de la que creo que será convocada en seguida) y muchas otras más.
Este verano os conté que me había quedado hondamente impresionado tras mi visita a la Ribeira Sacra, de la que sostengo que medianamente mimada sería comparable a cualquier región de esas que nos llenan los ojos en la vieja Europa. Gran parte de la culpa de que estos lugares sean ignorados la tiene la administración, y no digo que toda porque no es menos cierto que hay mucha gente que se sienta a esperar a que le resuelvan sus problemas. Me parece que la estrategia que se oculta desde Santiago es positiva, sea consciente o no: Ya se reconoce a Galicia, y los secretos hay que desvelarlos a cuentagotas.
Estos días leí lleno de una triste alegría, amarga satisfacción o paciente indignación que por fin parece que se va a aprobar el plan gestor del Parque Natural de las Fragas del Eume. A mí no deja de sorprenderme que la joya del Noroeste (porque lo es) no tenga un documento que ayude a su gestión tras haber transcurrido varios lustros desde su declaración como espacio protegido, pero me alegro de que al fin se vaya a aprobar y espero que eso suponga un espaldarazo a todo lo que tiene esa zona de bueno y de hermoso. Su naturaleza, su gastronomía, su arquitectura, sus leyendas o su fauna merecen ser cuidados como el tesoro que son.
Pero quería escribir en pequeñito, en primera persona del singular, de Paco y de Marta y de Luis; porque ellos son los que me hacen sonreir de vez en cuando y albergar la esperanza de que el hombre es lo que dicen los de Aquarius que es. Un día me encuentro un obrador en el que sus responsables se levantan en plena oscuridad y amasan unos bollos que hornean ellos mismos y desde entonces trato de frecuentarlos; otro día entro en un mesón en el que se come y se bebe el esfuerzo, la ilusión y las ganas de sus responsables y trato de promocionarlos en mi perfil de Tripadvisor, en Google+ o en Facebook; otro día descubro que un gobierno municipal trata de tener iniciativas buenas y lo comento, lo difundo... y lo adorno, para qué negarlo.
Y no quiero ponerme pesado con mi Ferrol ni con mi Galicia, ni con la nueva quesería, el colmado o la tapería que han abierto en la calle Dolores, o con el queso azul Sara&Lara que han bordado las queserías Prestes de Villalba, ni siquiera con el redondo Paraguas Atlántico, que empieza a despegar como vino de referencia en Galicia.
Lo que me gustaría transmitiros es que me gusta tener ese punto de chauvinismo que hace que si bebo con un francés le invito a un Ribera del Duero, si hablo de monumentos con un italiano lo invito a conocer Toledo o la Alhambra o que si hablo con un inglés, irlandés, belga, mexicano, austríaco... aparezca en su mesa uno de los mágicos productos que Estrella Galicia va sacando al mercado con esa persistencia que tanto iguala a gallegos y aragoneses, que hacen lo propio con su Ámbar.
Y os invito a que hagáis lo mismo con lo vuestro, porque cualquier plataforma es buena para que todos conozcamos que frente a vuestra puerta hay un árbol que asusta con su porte, que en el bar de debajo de vuestra casa hay una chica que cocina unas empanadas que quitan el sentido, que un conocido pinta unas acuarelas preciosas o que la nueva carretera que une Villarriba y Villabajo acorta los tiempos en seis días.
Porque yo, personalmente, creo que deberíamos ser mucho más publicistas de todo aquello bueno que nos rodea, y no amargar nuestra existencia y la de nuestros allegados quejándonos de que en Galicia, otra vez, está lloviendo en invierno. Como si no lo hubiera hecho durante los últimos tres millones de años.
De vez en cuando leemos o escuchamos en algún medio un lema o mantra que se repite constantemente intentando crear opinión o incluso promocionando algo. Ejemplos hay miles: En lo turístico a veces parece que en España sólo existen los sanfermines, la tomatina y algunas ciudades o parajes que, no por carecer de atractivo para mucha gente, dejan de empañar el brillo de otras atracciones al menos igual de interesantes.
Ya os habréis dado cuenta de que en Galicia aparece una atracción de vez en cuando que es de la única que se habla hasta que se satura: Santa Tecla, Santiago, la Torre de Hércules, Combarro, el Camino, las Cíes, Piedrafita del Cebreiro, la Muralla Romana de Lugo, la Playa de las Catedrales, Ézaro, el banco más bonito del mundo y el Fuciño de Porco han entrado en escena de forma milagrosamente regular; actualmente están calentando desde el banquillo San Esteban de Ribas do Sil y la Ribeira Sacra, Redes, las Fragas del Eume y San Andrés de Teixido. Apuesto a que los astros se alinean misteriosamente y este verano hay una que despunta. Que nadie se preocupe, que hay cantera: todos esos desconocidos pazos gallegos, A Mezquita, La Fonsagrada, Ribadavia, Mugardos, el Ferrol de la Ilustración, Betanzos (de la que creo que será convocada en seguida) y muchas otras más.
Este verano os conté que me había quedado hondamente impresionado tras mi visita a la Ribeira Sacra, de la que sostengo que medianamente mimada sería comparable a cualquier región de esas que nos llenan los ojos en la vieja Europa. Gran parte de la culpa de que estos lugares sean ignorados la tiene la administración, y no digo que toda porque no es menos cierto que hay mucha gente que se sienta a esperar a que le resuelvan sus problemas. Me parece que la estrategia que se oculta desde Santiago es positiva, sea consciente o no: Ya se reconoce a Galicia, y los secretos hay que desvelarlos a cuentagotas.
Estos días leí lleno de una triste alegría, amarga satisfacción o paciente indignación que por fin parece que se va a aprobar el plan gestor del Parque Natural de las Fragas del Eume. A mí no deja de sorprenderme que la joya del Noroeste (porque lo es) no tenga un documento que ayude a su gestión tras haber transcurrido varios lustros desde su declaración como espacio protegido, pero me alegro de que al fin se vaya a aprobar y espero que eso suponga un espaldarazo a todo lo que tiene esa zona de bueno y de hermoso. Su naturaleza, su gastronomía, su arquitectura, sus leyendas o su fauna merecen ser cuidados como el tesoro que son.
Pero quería escribir en pequeñito, en primera persona del singular, de Paco y de Marta y de Luis; porque ellos son los que me hacen sonreir de vez en cuando y albergar la esperanza de que el hombre es lo que dicen los de Aquarius que es. Un día me encuentro un obrador en el que sus responsables se levantan en plena oscuridad y amasan unos bollos que hornean ellos mismos y desde entonces trato de frecuentarlos; otro día entro en un mesón en el que se come y se bebe el esfuerzo, la ilusión y las ganas de sus responsables y trato de promocionarlos en mi perfil de Tripadvisor, en Google+ o en Facebook; otro día descubro que un gobierno municipal trata de tener iniciativas buenas y lo comento, lo difundo... y lo adorno, para qué negarlo.
Y no quiero ponerme pesado con mi Ferrol ni con mi Galicia, ni con la nueva quesería, el colmado o la tapería que han abierto en la calle Dolores, o con el queso azul Sara&Lara que han bordado las queserías Prestes de Villalba, ni siquiera con el redondo Paraguas Atlántico, que empieza a despegar como vino de referencia en Galicia.
Lo que me gustaría transmitiros es que me gusta tener ese punto de chauvinismo que hace que si bebo con un francés le invito a un Ribera del Duero, si hablo de monumentos con un italiano lo invito a conocer Toledo o la Alhambra o que si hablo con un inglés, irlandés, belga, mexicano, austríaco... aparezca en su mesa uno de los mágicos productos que Estrella Galicia va sacando al mercado con esa persistencia que tanto iguala a gallegos y aragoneses, que hacen lo propio con su Ámbar.
Y os invito a que hagáis lo mismo con lo vuestro, porque cualquier plataforma es buena para que todos conozcamos que frente a vuestra puerta hay un árbol que asusta con su porte, que en el bar de debajo de vuestra casa hay una chica que cocina unas empanadas que quitan el sentido, que un conocido pinta unas acuarelas preciosas o que la nueva carretera que une Villarriba y Villabajo acorta los tiempos en seis días.
Porque yo, personalmente, creo que deberíamos ser mucho más publicistas de todo aquello bueno que nos rodea, y no amargar nuestra existencia y la de nuestros allegados quejándonos de que en Galicia, otra vez, está lloviendo en invierno. Como si no lo hubiera hecho durante los últimos tres millones de años.
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