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Nuestro Camino.

Estos días se hicieron públicos los datos de los peregrinos que han realizado las diferentes rutas jacobeas y del nivel de ocupación de los albergues de la red pública en la misma. El Camino Inglés, en su variante ferrolana (recordemos que hay un sub-tramo desde Coruña) ha experimentado los datos más espectaculares de todas las rutas, con crecimientos superiores al 60% en el total de peregrinos y en la ocupación de los alojamientos.

Recordemos que en las postrimerías del pasado año 2014 un grupo de expertos realizó esta ruta, informando posteriormente de las fortalezas y debilidades de la misma. Bien está que los números crezcan, pero no hay que lanzar las campanas al vuelo y sí, como siempre en esta vida, tratar de ir puliendo esos defectos que restan potencial a tan preciado tesoro; no en vano desde Ferrol tienen salida dos rutas milenarias y con muchos atractivos: El citado Camino Inglés y la Ruta a San Andrés de Teixido, adonde va de muerto el que no fue de vivo.

No pretendo que desde este púlpito nadie acuse recibo de ningún mensaje, pero es obvio que hay cosas manifiestamente mejorables para promocionar ambas rutas. La primera de ellas es señalizarlas para que exista una presencia constatable de las mismas (¿Tal vez con un kilómetro cero de ambas en el Muelle de Curuxeiras?). La segunda es la actuación en sí sobre las mismas. La tercera la creación de otra red de albergues para el Camino de San Andrés.

Y cuando me refiero a actuación quisiera especificar que me refiero al ámbito municipal. En esta nuestra ciudad de los adoquines se podría marcar un trazado recomendado de ambos caminos con dos hileras paralelas de adoquines, tal vez amarillos para la de Santiago y verdes para la cedeiresa. Se podrían plantar árboles, embellecer las zonas por donde pasan sus trazados subvencionando las restauraciones, organizar escuelas taller de embellecimiento urbano y viario...

Se podría replicar que es un dinero innecesario, que hay cosas más urgentes, que el turismo de mochila no da dinero y muchas otras cosas; de acuerdo, pero si se dejase de invertir en cosas que pueden ser aparentemente innecesarias no se avanzaría nunca. Sabiendo de donde partimos y adonde queremos llegar es la única manera de que encontremos nuestro camino.

En ese kilómetro cero se podría ubicar un centro de interpretación de los caminos en Ferrol, aprovechando además la existencia de la caseta de turismo en la zona. Es más que posible que se pudiera restaurar, reconstruir o reedificar alguna de las ruinas existentes en Ferrol Vello, y tampoco es descabellado que en ese centro de interpretación se ofrecieran prácticas remuneradas a estudiantes de Humanidades, Turismo o Idiomas.

Imagínaros que sois turistas que llegáis en un crucero y nada más bajar del mismo os informan de unas rutas con su red de albergues de bajo precio, de la historia de las mismas, de su etnografía, tradiciones, productos típicos... con unas fotos de Caaveiro, Monfero, las Fragas del Eume, San Andrés de Teixido, la Vixía de Herbeira, las fortificaciones de Ferrol, las Rías Altas...

Ahora imaginémonos todo lo anterior y que por aquí existiera un hotel de lujo, en espera que el Castillo de La Palma ocupe ese nicho de mercado tan poco explotado en Galicia. Esto me lo sugieren esos magníficos reportajes que se encuentran hoy en día en varios diarios digitales: Una casa grande con un pequeño SPA, unos salones acogedores y una finca bien cuidada es un hotel de lujo, aunque no tenga ninguna estrella.

Yo quisiera que algún día algún empresario de la zona decidiera hacer una apuesta valiente y restaurara uno de esos pazos o alguna casona rural de los que se encuentran por todas partes y no hiciera una pailanada, que es lo que solemos hacer cuando no tenemos ni idea de nada.

Porque en Galicia no llueve menos que en otros sitios que la gente visita pagando un dineral, y por eso me imagino a ese urbanita que ya no aguanta el sofocante verano carpetovetónico y que quiere algo distinto: Lo veo claramente contemplando un atardecer sobre nuestras Gabeiras mientras un camarero le ofrece un vino del valle de Esmelle como maridaje para esas almejas y esas vieiras, para esa empanada de zamburiñas, para esa ternera y ese queso del Eume, para ese pan de Neda, para esos pimientos del Couto, para esa miel y ese requeixo de A Capela, para ese rodaballo que acaba de llegar o para ese cerdo que han cebado con castañas.

¿Vosotros no podéis imaginarlo?

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