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Sinceridad.

Tu verdad no; la verdad / y ven conmigo a buscarla. /La tuya, guárdatela.
Antonio Machado
 
 

Del latín sinceritas, se define la sinceridad como el modo de expresarse sin mentiras ni fingimientos. También puede definirse como verdad, falta de fingimiento en lo que alguien dice o hace. No parece algo muy difícil de comprobar, y sin embargo es, de todas las virtudes que pueda tener un hombre, uno de las menos frecuentes.

Todos, sin excepción, tenemos pecados, vicios, recuerdos o costumbres inconfesables, que a veces no nos atañen más que a nosotros mismos y otras afectan a los que nos rodean. No es mi intención escribir sobre ello, puesto que es algo de lo que ya he disertado de modo bastante afortunado para mí en Honradez y Honestidad, (Lluvia Fina. 23 de Enero de 2014) visto que es con mucho la entrada que más visitas ha tenido desde que empecé a escribir "en la línea".

Posteriormente en Ética y moral (Niebla, 20 de Agosto de 2014) traté de cargar por segunda vez contra lo que viene siendo diferenciar lo moral de lo ético, cargando las tintas de nuevo en lo que diferencia algo que legalmente no es sancionable con lo que se aleja de lo que es en esencia bueno. Este segundo intento no ha tenido mucho éxito de público, pero es absolutamente comprensible: Ya se me había adelantado Aristóteles dos milenios atrás.

Pues bien, este filósofo griego ejerció su magisterio acerca de la amistad en su Ética a Nicómaco (350 A. C), definiendo como única amistad verdadera aquella que es honesta, es decir: Aquella en la que no se busca nada a cambio de ella y en la que no se pretende cambiar al objeto de la misma; para resumir: La que es desprendida, sincera y recíproca. ¿Sí?

Encontré una frase de André Maurois que dice "Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario a lo que se piensa". Cuando esto te lo escibe un sujeto que fue intérprete en la I Guerra Mundial y capitán en la II Guerra Mundial, que se exilió para no ser súbdito de los nazis de Vichy y que luchó contra el mismísimo Rommel en África, tiendes a sentir cierta envidia por alguien que vivió de acuerdo con sus principios y haciendo una defensa pública de la verdad.

Hoy no se lleva mucho, es casi como llevar capa o sombrero; tú vas por la calle y te encuentras con alguien que es sincero de una forma global y lo tachas de Quijote, de soñador o de iluso, e incluso se lo reprocharás, le afearás su soberbia o lo tildarás de loco. Tal vez un día nos demos cuenta de que estamos equivocados.



PD: También he escrito acerca de los mandamientos alguna que otra vez y no es precisamente el Octavo el que sale mejor parado, en mi opinión.

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