1. SOGAMA.
Para entendernos:La Sociedad de Gestión Medio-ambiental de Galicia, que da nombre a este epígrafe, tiene como objetivo final reducir al mínimo la emisión de los llamados residuos sólidos urbanos por los políticos, la basura por los ciudadanos y el polvo para los ferrolanos. A mí me parece guay, pero no es tan fácil, al menos aparentemente.
Se anunciaba estos días una inversión de esas que quitan el hipo de la planta de valorización de residuos que tiene en el municipio de Cerceda: 400 millones de euros con el objetivo de aumentar su capacidad en un 50%y avanzar en la separación y el reciclaje y así enviar el mínimo al vertedero.
Una parte del problema es que la planta está en la provincia de La Coruña, por lo que si alguien de Xinzo se bebe un refresco hay que llevárselo a doscientos kilómetros para reciclarlo, lo que no es especialmente sostenible. La solución pasa por una planta en el Sur que nadie niega y nadie acepta acoger, aunque el tiempo dotará de argumentos a los partidarios y se construirá.
Otra parte del problema es que la gestión de residuos se ha politizado y que las corporaciones de izquierdas usan como arma contra el gobierno autonómico lo elevado del canon de la sociedad pública, si bien ningún partido ha propuesto una solución mejor.
En cualquier caso no puedo más que alegrarme de esa ampliación para el tratamiento de hasta 750.000 toneladas de residuos que no se convertirán en contaminantes.
2. Los incendios.
La política más panfletaria de Galicia, la fenesa Yolanda Díaz, aparece en Agosto con el fuego y acusa a la Xunta de que haya incendios que, milagrosamente, se producen al lado de areas pobladas y justo al ponerse el sol. Ha habido detenciones varias y, en general, la cosa mejora bastante con respecto a años en que el fuego asolaba Galicia de forma aterradora.
Vuelvo a insistir en que hay que favorecer alternativas al éxodo rural sin condenar a los habitantes a no tener servicios: Escuelas, centros de salud, actividades de ocio, transporte, humanización, infraestructuras y empleo son condición mínima para que se vuelva a ocupar el territorio y evitar que se quemen joyas como los Ancares o el Valle de Esmelle.
No, no se preocupen: Ni son grandes áreas quemadas ni se van a urbanizar, pese a que la izquierda mediática se empeñe en ello; en internet están las estadísticas de superficie forestal quemada en los últimos años, por si a alguien le da por pensar en quien gobernaba en las grandes olas incendiarias.
3. Ecologismo.
Pero es que en el fondo no importa,porque hay un mantra que nos hace creer que proteger la naturaleza es de izquierdas y ahora que los extremistas redoblan sus ataque contra la Fiesta aprovechan miles de opinadores para alabar a los perros en contra de los seres humanos (sin duda ignorando su propia condición) y salen los nacionalistas y los comunistas a abrirnos los ojos para que veamos a los fachas con latas de gasolina quemando a los pobres buhos y a las nutrias sólo por el hecho de ser autóctonos, qué pérfidos, oye.
Y lo único verdadero es que hay dos tipos de incendios: Los que ocurren y los que se provocan. Contra los primeros se toman múltiples medidas y se gasta un pastón y, salvo la mediación de algún idiota o despistado, no hay incendios a menos que lo decida Dios y mande un rayo oportuno para recordarnos quien manda.
El problema es que con los provocados poco hay que hacer, aparte de perseguir y condenar a sus autores e inductores y valorizar los espacios naturales a base de inversiones productivas, concienciación y rezar para que algún rayo sobrante le depile las cejas al tonto de la lata.
Para entendernos:La Sociedad de Gestión Medio-ambiental de Galicia, que da nombre a este epígrafe, tiene como objetivo final reducir al mínimo la emisión de los llamados residuos sólidos urbanos por los políticos, la basura por los ciudadanos y el polvo para los ferrolanos. A mí me parece guay, pero no es tan fácil, al menos aparentemente.
Se anunciaba estos días una inversión de esas que quitan el hipo de la planta de valorización de residuos que tiene en el municipio de Cerceda: 400 millones de euros con el objetivo de aumentar su capacidad en un 50%y avanzar en la separación y el reciclaje y así enviar el mínimo al vertedero.
Una parte del problema es que la planta está en la provincia de La Coruña, por lo que si alguien de Xinzo se bebe un refresco hay que llevárselo a doscientos kilómetros para reciclarlo, lo que no es especialmente sostenible. La solución pasa por una planta en el Sur que nadie niega y nadie acepta acoger, aunque el tiempo dotará de argumentos a los partidarios y se construirá.
Otra parte del problema es que la gestión de residuos se ha politizado y que las corporaciones de izquierdas usan como arma contra el gobierno autonómico lo elevado del canon de la sociedad pública, si bien ningún partido ha propuesto una solución mejor.
En cualquier caso no puedo más que alegrarme de esa ampliación para el tratamiento de hasta 750.000 toneladas de residuos que no se convertirán en contaminantes.
2. Los incendios.
La política más panfletaria de Galicia, la fenesa Yolanda Díaz, aparece en Agosto con el fuego y acusa a la Xunta de que haya incendios que, milagrosamente, se producen al lado de areas pobladas y justo al ponerse el sol. Ha habido detenciones varias y, en general, la cosa mejora bastante con respecto a años en que el fuego asolaba Galicia de forma aterradora.
Vuelvo a insistir en que hay que favorecer alternativas al éxodo rural sin condenar a los habitantes a no tener servicios: Escuelas, centros de salud, actividades de ocio, transporte, humanización, infraestructuras y empleo son condición mínima para que se vuelva a ocupar el territorio y evitar que se quemen joyas como los Ancares o el Valle de Esmelle.
No, no se preocupen: Ni son grandes áreas quemadas ni se van a urbanizar, pese a que la izquierda mediática se empeñe en ello; en internet están las estadísticas de superficie forestal quemada en los últimos años, por si a alguien le da por pensar en quien gobernaba en las grandes olas incendiarias.
3. Ecologismo.
Pero es que en el fondo no importa,porque hay un mantra que nos hace creer que proteger la naturaleza es de izquierdas y ahora que los extremistas redoblan sus ataque contra la Fiesta aprovechan miles de opinadores para alabar a los perros en contra de los seres humanos (sin duda ignorando su propia condición) y salen los nacionalistas y los comunistas a abrirnos los ojos para que veamos a los fachas con latas de gasolina quemando a los pobres buhos y a las nutrias sólo por el hecho de ser autóctonos, qué pérfidos, oye.
Y lo único verdadero es que hay dos tipos de incendios: Los que ocurren y los que se provocan. Contra los primeros se toman múltiples medidas y se gasta un pastón y, salvo la mediación de algún idiota o despistado, no hay incendios a menos que lo decida Dios y mande un rayo oportuno para recordarnos quien manda.
El problema es que con los provocados poco hay que hacer, aparte de perseguir y condenar a sus autores e inductores y valorizar los espacios naturales a base de inversiones productivas, concienciación y rezar para que algún rayo sobrante le depile las cejas al tonto de la lata.
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