En el Siglo VI antes de Cristo se decidió en Roma expulsar al rey electo ante los desmanes que había cometido en el ejercicio de su cargo. Corría el año 509 antes de Cristo y el pueblo romano decidió que los poderes que ostentaban los monarcas fueran controlados por un senado permanente de entre cuyos miembros se elegirían anualmente dos cónsules que liderarían la acción de gobierno.
(Permitidme un salto en el tiempo para reseñar que Montesquieu escribió El espíritu de las leyes en el año 1748.)
La república romana finalizó con el establecimiento del triunvirato en el año 60 antes de Cristo, motivado principalmente porque sus gastos operativos no se cubrían con los impuestos, lo que a su vez provocó que las clases medias decidieran mandar a tomar viento un sistema en el que la mayor parte de sus impuestos se dedicaban a financiar los salarios de los cargos públicos ¿Os suena el asunto? Pues resulta que en el año 55 antes de Cristo decía Cicerón: "El presupuesto debe ser equilibrado, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la asistencia a los países foráneos debe ser cercenada para que nuestro país no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa de la asistencia del Estado”.
Y también resulta que más cuatro siglos de república derivaron en cinco de imperio en el que ya ninguna institución pudo poner coto a los abusos del poder, provocando constantes guerras civiles, gobiernos despóticos, carestías... hasta que el sistema se derrumbó, cayó o se colapsó, como dicen ahora los anglófilos.
No creo que haga falta decir que después de que a España llegaran los romanos y nos violaran vinieron los bárbaros y violaron a los hijos de los celtíberos y los romanos, y después los árabes y violaron a los hijos que tuvimos con los bárbaros, y después los almohades y después... acabamos convirtiéndonos en una nación en la que el esfuerzo de gente valiente con poco que perder alumbró al mundo partiendo de la enconada resistencia de unos montañeses del Norte, acostumbrados a la lluvia y al frío, que dejaban sus tierras para expulsar al moro y recuperar la vieja piel de toro. Lo de las violaciones es broma, el populacho se pirraba por los foráneos, como sigue pasando ahora.
Pero volviendo a Roma, y al título de la entrada, es importante ser consciente de que, antes de que los emperadores nombraran a los cargos por el método digital de señalar con el dedo, existía una carrera obligatoria sin la que no se podía llegar a ningún cargo: el cursus honorum, que consistía en que si no habías sido soldado no podías ser concejal, sin haber sido concejal no podías ser alcalde, si no habías sido alcalde no podías ser "presidente autonómico" y así sucesivamente hasta el cónsul o el dictador, que era la única figura que temporalmente acumulaba los poderes del estado y que, ante alguna emergencia, podía ser designada para arreglar un problema (es necesario recordar que una vez lo arreglaba volvía a su papel de senador, o al que tuviera previamente).
Pero yendo a los orígenes de la democracia, porque Roma no era una república democrática, los griegos fueron los que anticiparon el modelo que nos rige actualmente, y en ese modelo no se tenía derecho al voto sin haber completado el servicio militar o teniendo cuentas con la administración.
En esta sociedad que tiene acceso a tanta información y a más conocimiento del que somos capaces de asimilar no hay prácticamente ningún requisito para ser elegido para un cargo. En este Siglo XXI en el que encendiendo un botón y escribiendo una palabra en un buscador tenemos millones de respuestas, opiniones y opciones nos aferramos a que una persona defiende unas siglas que, muchas veces, carecen de significado.
Yo no votaría para presidente del gobierno a una persona que no ha sido ministro (el actual sí lo ha sido) ni para alcalde a alguien que no ha sido concejal... aunque la mayoría de las veces no nos queda otra que hacerlo o no votar.
Lo que sí tengo claro es que, dentro de las opciones de voto que tiene cada uno, de su militancia en un partido (o la mera afiliación) e incluso a la hora de decidir qué queremos para los nuestros sólo hay dos cosas que deberían motivarnos:
- La primera es ese programa que nunca leemos y que a casi nadie importa (aunque gracias a Dios cada vez hay más gente que al menos ojea lo que le importa).
- La segunda debería ser, sin duda, la preparación que atesoren los candidatos. Yo no tengo inconveniente en que para ser diputado no pidan estudios, ya que no tengo titulitis, pero prefiero que mi alcalde no sea el típico guapo simpático que no ha pegado un palo al agua en su vida.
Y por eso los romanos, que de esto sabían mucho, no pagaban a los representantes públicos (es más, muchas veces perdían dinero) teniendo los mismos que enriquecerse o no dependiendo de sus logros económicos. Podríamos aducir que es injusto que un gobernador o un pretor detrajese de las cuentas públicas riquezas, pero hay que tener en cuenta que los cuestores intervenían la administración y que nadie estaba libre de ser cesado si no aportaba a la república.
En fin, es lo que hay: No llevamos ni medio siglo de democracia y ya ha surgido algo que pretende ser una élite y que no deja de ser un hatajo de indocumentados, sin ideas originales y que consideran el colmo de la originalidad presentar la misma imagen que el resto de desharrapados del orbe ¿De verdad el de las rastas cree que nos epata con esa imagen? ¿Y el de la coleta pretende escandalizarnos con esa imagen desaliñada pero estudiadísima?
Yo no he votado a Podemos, y previsiblemente no lo haré en el futuro, y no es sólo porque sus propuestas sean descabelladas y que carezcan de una estructura intelectual ajena al marxismo comunista; el principal problema es que yo sigo sin creer que ser argentino, homosexual o minusválido sean una tarjeta de presentación para gestionar los caudales públicos. Recomiendo a los que sí lo creen que saquen su dinero de esa malvada banca y se lo entreguen a la marea en común más cercana, sin duda en breve recogerá el fruto de sus ingresos. Ya te digo.
(Permitidme un salto en el tiempo para reseñar que Montesquieu escribió El espíritu de las leyes en el año 1748.)
La república romana finalizó con el establecimiento del triunvirato en el año 60 antes de Cristo, motivado principalmente porque sus gastos operativos no se cubrían con los impuestos, lo que a su vez provocó que las clases medias decidieran mandar a tomar viento un sistema en el que la mayor parte de sus impuestos se dedicaban a financiar los salarios de los cargos públicos ¿Os suena el asunto? Pues resulta que en el año 55 antes de Cristo decía Cicerón: "El presupuesto debe ser equilibrado, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la asistencia a los países foráneos debe ser cercenada para que nuestro país no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa de la asistencia del Estado”.
Y también resulta que más cuatro siglos de república derivaron en cinco de imperio en el que ya ninguna institución pudo poner coto a los abusos del poder, provocando constantes guerras civiles, gobiernos despóticos, carestías... hasta que el sistema se derrumbó, cayó o se colapsó, como dicen ahora los anglófilos.
No creo que haga falta decir que después de que a España llegaran los romanos y nos violaran vinieron los bárbaros y violaron a los hijos de los celtíberos y los romanos, y después los árabes y violaron a los hijos que tuvimos con los bárbaros, y después los almohades y después... acabamos convirtiéndonos en una nación en la que el esfuerzo de gente valiente con poco que perder alumbró al mundo partiendo de la enconada resistencia de unos montañeses del Norte, acostumbrados a la lluvia y al frío, que dejaban sus tierras para expulsar al moro y recuperar la vieja piel de toro. Lo de las violaciones es broma, el populacho se pirraba por los foráneos, como sigue pasando ahora.
Pero volviendo a Roma, y al título de la entrada, es importante ser consciente de que, antes de que los emperadores nombraran a los cargos por el método digital de señalar con el dedo, existía una carrera obligatoria sin la que no se podía llegar a ningún cargo: el cursus honorum, que consistía en que si no habías sido soldado no podías ser concejal, sin haber sido concejal no podías ser alcalde, si no habías sido alcalde no podías ser "presidente autonómico" y así sucesivamente hasta el cónsul o el dictador, que era la única figura que temporalmente acumulaba los poderes del estado y que, ante alguna emergencia, podía ser designada para arreglar un problema (es necesario recordar que una vez lo arreglaba volvía a su papel de senador, o al que tuviera previamente).
Pero yendo a los orígenes de la democracia, porque Roma no era una república democrática, los griegos fueron los que anticiparon el modelo que nos rige actualmente, y en ese modelo no se tenía derecho al voto sin haber completado el servicio militar o teniendo cuentas con la administración.
En esta sociedad que tiene acceso a tanta información y a más conocimiento del que somos capaces de asimilar no hay prácticamente ningún requisito para ser elegido para un cargo. En este Siglo XXI en el que encendiendo un botón y escribiendo una palabra en un buscador tenemos millones de respuestas, opiniones y opciones nos aferramos a que una persona defiende unas siglas que, muchas veces, carecen de significado.
Yo no votaría para presidente del gobierno a una persona que no ha sido ministro (el actual sí lo ha sido) ni para alcalde a alguien que no ha sido concejal... aunque la mayoría de las veces no nos queda otra que hacerlo o no votar.
Lo que sí tengo claro es que, dentro de las opciones de voto que tiene cada uno, de su militancia en un partido (o la mera afiliación) e incluso a la hora de decidir qué queremos para los nuestros sólo hay dos cosas que deberían motivarnos:
- La primera es ese programa que nunca leemos y que a casi nadie importa (aunque gracias a Dios cada vez hay más gente que al menos ojea lo que le importa).
- La segunda debería ser, sin duda, la preparación que atesoren los candidatos. Yo no tengo inconveniente en que para ser diputado no pidan estudios, ya que no tengo titulitis, pero prefiero que mi alcalde no sea el típico guapo simpático que no ha pegado un palo al agua en su vida.
Y por eso los romanos, que de esto sabían mucho, no pagaban a los representantes públicos (es más, muchas veces perdían dinero) teniendo los mismos que enriquecerse o no dependiendo de sus logros económicos. Podríamos aducir que es injusto que un gobernador o un pretor detrajese de las cuentas públicas riquezas, pero hay que tener en cuenta que los cuestores intervenían la administración y que nadie estaba libre de ser cesado si no aportaba a la república.
En fin, es lo que hay: No llevamos ni medio siglo de democracia y ya ha surgido algo que pretende ser una élite y que no deja de ser un hatajo de indocumentados, sin ideas originales y que consideran el colmo de la originalidad presentar la misma imagen que el resto de desharrapados del orbe ¿De verdad el de las rastas cree que nos epata con esa imagen? ¿Y el de la coleta pretende escandalizarnos con esa imagen desaliñada pero estudiadísima?
Yo no he votado a Podemos, y previsiblemente no lo haré en el futuro, y no es sólo porque sus propuestas sean descabelladas y que carezcan de una estructura intelectual ajena al marxismo comunista; el principal problema es que yo sigo sin creer que ser argentino, homosexual o minusválido sean una tarjeta de presentación para gestionar los caudales públicos. Recomiendo a los que sí lo creen que saquen su dinero de esa malvada banca y se lo entreguen a la marea en común más cercana, sin duda en breve recogerá el fruto de sus ingresos. Ya te digo.
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