Cada uno tiene una idea propia de las mejoras que necesita su entorno más próximo, ideas que se basan en sus vivencias y necesidades personales. En cualquier ciudad de las que he vivido me he encontrado en la confrontación entre los residentes en un barrio y los visitantes al mismo, ya sea por turismo, trabajo o cualquier otro motivo. Hay pocas cosas en las que todo el mundo está al cien por cien de acuerdo, incluso hay una parte de la población que no parece tener interés en que las calles estén limpias y expresan su desacuerdo ensuciando, arrojando desperdicios o pintarrajeando las paredes o el mobiliario urbano: Es lo que hay, y tenemos que asumirlo... y luego se gobierna y se decide.
Porque al final el gobierno tiene que tomar decisiones, aunque vayan a encontrarse con la respuesta o el rechazo de parte de la población. El contrato social va precisamente de eso, y en una sociedad democrática como la española se suele expresar el desacuerdo tratando de desalojar al que ostente el poder en el siguiente proceso democrático, salvo aquellos defensores de una opción política que votan al candidato que su partido proponga tras el correspondiente proceso sucesorio.
En el caso de las ciudades una de las quejas más frecuentes es la falta de aparcamiento o la lejanía o elevado precio de las alternativas, que muchas veces son incómodas, hasta el punto de que conozco gente que ni siquiera se atreve a entrar en ciertos aparcamientos subterráneos por la inclinación de las rampas o el tamaño de las plazas.
La actual corporación municipal de Ferrol, presidida por una coalición de socialistas y populistas, ha decidido hacer pedagogía de su ideario urbano. Casi todo el mundo coincidirá conmigo en que si un ala del pensamiento demoniza el vehículo particular frente al transporte público y los espacios peatonales es la siniestra. Bien, pues yo soy mucho más peatón que conductor, al menos en lo que se refiere a mis pequeños desplazamientos diarios, y creo que a veces se nos va la pinza. A los del desgobierno en desbandada de Ferrol se les ha ido la pinza y parte del tendal: El 2017 todo el barrio de la Magdalena Peatonal, con dos decretos.
Ahora usted va a tener que decidir qué hace con ese flamante coche que se ha comprado porque aunque es de izquierdas, ecologista y cree firmemente en los beneficios de una vida sana, resulta que trabaja en un polígono al que andando tardaría dos horas y, con todo, tardaría menos que en transporte público. Su casa, esa tan hermosa modernista de Ucha a la que no puede poner ascensor porque es un bien protegido, se ha quedado entre calles peatonales, y garajes cercanos, pues como que no hay. Su local de hostelería, que sobrevive porque en Semana Santa hace la mitad de la caja del año, va a tener el aparcamiento más cercano como a un cuarto de hora, por lo que se está planteando cerrar los días de lluvia... y podría seguir hasta la saciedad, pero no voy a hacerlo.
Creo que cualquier regidor con dos dedos de frente y relleno en el interior de la misma debería ser capaz de proyectar los problemas que van a causar sus decisiones. La solución a la falta de aparcamiento en los centros urbanos debe ser mitigada con plazas gratuitas en las inmediaciones, lo que se llama bolsa de aparcamiento. La prohibición de circular para vehículos privados debe ser aliviada con un transporte público puntual y asequible (calculad en una familia de cinco miembros cuánto cuesta el viaje de ida y vuelta de Caranza al Centro o en cualquier ciudad sin abono de transportes). Las conexiones intra-barrio no deben estar dimensionadas como las inter-barrios: Un minibús eléctrico no contamina, apenas hace ruido y ofrece la accesibilidad, velocidad y el abrigo que lo hacen atractivo en trayectos pequeñas... pero si nos metemos en viajes más largos queremos un tren o un autobús de los llamados "supra", esto implica que hay que tener en cuenta la conexión entre ambos tipos de transporte público y de estos con los de larga distancia: A esto se le llama intermodalidad, por cierto. Finalmente la movilidad a pie requiere itinerarios atractivos, bien iluminados, con locales de hostelería, bancos, farolas... básicamente lo opuesto a dejar el coche en la explanada de tierra del Sánchez-Aguilera y luego elegir entre una calle desierta y otra oscura y desierta... tampoco voy a seguir, porque llevo muchos años debatiendo acerca de que la conveniencia o no de las zonas peatonales depende de las dimensiones y configuración de las mismas, y que lo que es válido en la almendra pontevedresa no tiene por qué serlo en la tableta de chocolate ferrolana.
Porque aquí no se trata de ideologías o no, si no que se trata de convertir un barrio en una opción atractiva para vivir, y buscar los máximos consensos posibles entre todos los usuarios. Entre otras cosas porque las ciudades no son de los peatones ni de los turistas: Son de sus ciudadanos.
Porque al final el gobierno tiene que tomar decisiones, aunque vayan a encontrarse con la respuesta o el rechazo de parte de la población. El contrato social va precisamente de eso, y en una sociedad democrática como la española se suele expresar el desacuerdo tratando de desalojar al que ostente el poder en el siguiente proceso democrático, salvo aquellos defensores de una opción política que votan al candidato que su partido proponga tras el correspondiente proceso sucesorio.
En el caso de las ciudades una de las quejas más frecuentes es la falta de aparcamiento o la lejanía o elevado precio de las alternativas, que muchas veces son incómodas, hasta el punto de que conozco gente que ni siquiera se atreve a entrar en ciertos aparcamientos subterráneos por la inclinación de las rampas o el tamaño de las plazas.
La actual corporación municipal de Ferrol, presidida por una coalición de socialistas y populistas, ha decidido hacer pedagogía de su ideario urbano. Casi todo el mundo coincidirá conmigo en que si un ala del pensamiento demoniza el vehículo particular frente al transporte público y los espacios peatonales es la siniestra. Bien, pues yo soy mucho más peatón que conductor, al menos en lo que se refiere a mis pequeños desplazamientos diarios, y creo que a veces se nos va la pinza. A los del desgobierno en desbandada de Ferrol se les ha ido la pinza y parte del tendal: El 2017 todo el barrio de la Magdalena Peatonal, con dos decretos.
Ahora usted va a tener que decidir qué hace con ese flamante coche que se ha comprado porque aunque es de izquierdas, ecologista y cree firmemente en los beneficios de una vida sana, resulta que trabaja en un polígono al que andando tardaría dos horas y, con todo, tardaría menos que en transporte público. Su casa, esa tan hermosa modernista de Ucha a la que no puede poner ascensor porque es un bien protegido, se ha quedado entre calles peatonales, y garajes cercanos, pues como que no hay. Su local de hostelería, que sobrevive porque en Semana Santa hace la mitad de la caja del año, va a tener el aparcamiento más cercano como a un cuarto de hora, por lo que se está planteando cerrar los días de lluvia... y podría seguir hasta la saciedad, pero no voy a hacerlo.
Creo que cualquier regidor con dos dedos de frente y relleno en el interior de la misma debería ser capaz de proyectar los problemas que van a causar sus decisiones. La solución a la falta de aparcamiento en los centros urbanos debe ser mitigada con plazas gratuitas en las inmediaciones, lo que se llama bolsa de aparcamiento. La prohibición de circular para vehículos privados debe ser aliviada con un transporte público puntual y asequible (calculad en una familia de cinco miembros cuánto cuesta el viaje de ida y vuelta de Caranza al Centro o en cualquier ciudad sin abono de transportes). Las conexiones intra-barrio no deben estar dimensionadas como las inter-barrios: Un minibús eléctrico no contamina, apenas hace ruido y ofrece la accesibilidad, velocidad y el abrigo que lo hacen atractivo en trayectos pequeñas... pero si nos metemos en viajes más largos queremos un tren o un autobús de los llamados "supra", esto implica que hay que tener en cuenta la conexión entre ambos tipos de transporte público y de estos con los de larga distancia: A esto se le llama intermodalidad, por cierto. Finalmente la movilidad a pie requiere itinerarios atractivos, bien iluminados, con locales de hostelería, bancos, farolas... básicamente lo opuesto a dejar el coche en la explanada de tierra del Sánchez-Aguilera y luego elegir entre una calle desierta y otra oscura y desierta... tampoco voy a seguir, porque llevo muchos años debatiendo acerca de que la conveniencia o no de las zonas peatonales depende de las dimensiones y configuración de las mismas, y que lo que es válido en la almendra pontevedresa no tiene por qué serlo en la tableta de chocolate ferrolana.
Porque aquí no se trata de ideologías o no, si no que se trata de convertir un barrio en una opción atractiva para vivir, y buscar los máximos consensos posibles entre todos los usuarios. Entre otras cosas porque las ciudades no son de los peatones ni de los turistas: Son de sus ciudadanos.
Comentarios
Publicar un comentario