Si uno busca "hotel de lujo" en google aparecen directamente 23.800.000 resultados, que no está nada mal. Si añade a la búsqueda la palabra "Galicia" la estadística baja a 1.700.000. Si en vez del nombre de la comunidad escribe el de Ferrol ya la cosa baja a 297.000, que no es un resultado desdeñable en absoluto.
Para cualquier ferrolano que conozca Ferrol sabe que en la ciudad hay hoteles buenos: El Parador Nacional de Turismo, el Suizo, el Husa o el Almirante, no necesariamente por este orden y cada uno con sus debilidades y fortalezas, acogen a numerosos huéspedes durante los momentos álgidos de afluencia de visitantes, ofreciendo según las páginas de opinión puntuaciones que muestran la satisfacción, en general, de los visitantes.
Un hotel de lujo, sin embargo, es algo más que eso; podríamos poner casi cualquier definición a lo que significa una instalación de este tipo, pero tal vez la más acertada sería aquella que dice que es aquel al que se va en sí mismo, independientemente de los atractivos que ofrezcan los alrededores inmediatos o de las fechas del año que sean.
Muchas veces he alzado la voz (o el teclado) para defender que en Ferrol hace falta un paquete turístico estandarizado que muevan los turoperadores; ha habido intentos en este sentido y periódicamente se invita a periodistas especializados a conocer las riquezas de la ciudad y sus alrededores. Sin embargo, hay sitios en los que las agencias de viajes te venden esos paquetes con el transporte incluido, lo que genera más puestos de trabajo porque en estas visitas al menos dos personas suelen acompañar a los turistas: Un conductor y un guía turístico. Repito que cada vez es más habitual observar a guías mostrando la Ruta de la Construcción Naval, la del Modernismo o las Meninas, lo que nos muestra que se está empezando a mimar al visitante más allá de editar guías más o menos afortunadas para aquellos que sientan curiosidad por nuestros pequeños tesoros. A esto se une que la llegada de esos cruceristas que al decir de algunos no aprovechan a nadie se suele acompañar por un incesante ir y venir de autobuses y, cada vez más, de grupos de extranjeros que cámara en ristre intentan inmortalizar su paso por la ciudad ilustrada.
Pero un hotel de lujo debería ser otra cosa: Un pequeño SPA, un restaurante de postín, unas habitaciones más allá de lo que uno pueda montar en su domicilio, un servicio de chóferes, atención constante a las necesidades de los que allí se alojan. Estos hoteles suelen tener un efecto inmediato en la celebración de bodas, comidas de trabajo o celebraciones de fechas especiales que suele ser reflejado en las redes sociales.
La plantilla de este tipo de hoteles suele ser más amplia que la de un hotel normal: Se requiere recepción 24 horas, servicio de habitaciones, pulcritud y rapidez en la limpieza de las habitaciones y de los espacios comunes, un restaurante que atraiga gente de fuera y que tenga una oferta diferenciada y ligada al terruño... que fijarían puestos de trabajo de calidad y desestacionalizados, que falta le hace a esta ciudad.
Imagino que cuando en Ferrol se organiza un concierto con alguna estrella, cuando Navantia se trae a algún superjefe para venderle un barco, cuando viene algún ministro, primer ministro, presidente o el Rey a una botadura o entrega, cuando en la Universidad o en la Cátedra Jorge Juan se invita a algún conferenciante de prestigio y en todas esas ocasiones en las que quieres mostrar lo mejor de ti mismo se alojará a estas personalidades en el Parador de Turismo, y se les proporcionará un guía para sus ratos de ocio, al menos es lo que antes se hacía.
Pero si existiera esa instalación (llámese en el Castillo de la Palma, en el chalet de Canido o en algún edificio de nueva construcción en algún paraje que mereciera la pena) estoy seguro de que antes de que nos diéramos cuenta empezaríamos a ver turistas de esos que cuando vienen no tienen miedo de aflojar la cartera hasta las últimas consecuencias. Y de verdad espero que pase más pronto que tarde, aunque seguramente yo no pueda permitírmelo.
Para cualquier ferrolano que conozca Ferrol sabe que en la ciudad hay hoteles buenos: El Parador Nacional de Turismo, el Suizo, el Husa o el Almirante, no necesariamente por este orden y cada uno con sus debilidades y fortalezas, acogen a numerosos huéspedes durante los momentos álgidos de afluencia de visitantes, ofreciendo según las páginas de opinión puntuaciones que muestran la satisfacción, en general, de los visitantes.
Un hotel de lujo, sin embargo, es algo más que eso; podríamos poner casi cualquier definición a lo que significa una instalación de este tipo, pero tal vez la más acertada sería aquella que dice que es aquel al que se va en sí mismo, independientemente de los atractivos que ofrezcan los alrededores inmediatos o de las fechas del año que sean.
Muchas veces he alzado la voz (o el teclado) para defender que en Ferrol hace falta un paquete turístico estandarizado que muevan los turoperadores; ha habido intentos en este sentido y periódicamente se invita a periodistas especializados a conocer las riquezas de la ciudad y sus alrededores. Sin embargo, hay sitios en los que las agencias de viajes te venden esos paquetes con el transporte incluido, lo que genera más puestos de trabajo porque en estas visitas al menos dos personas suelen acompañar a los turistas: Un conductor y un guía turístico. Repito que cada vez es más habitual observar a guías mostrando la Ruta de la Construcción Naval, la del Modernismo o las Meninas, lo que nos muestra que se está empezando a mimar al visitante más allá de editar guías más o menos afortunadas para aquellos que sientan curiosidad por nuestros pequeños tesoros. A esto se une que la llegada de esos cruceristas que al decir de algunos no aprovechan a nadie se suele acompañar por un incesante ir y venir de autobuses y, cada vez más, de grupos de extranjeros que cámara en ristre intentan inmortalizar su paso por la ciudad ilustrada.
Pero un hotel de lujo debería ser otra cosa: Un pequeño SPA, un restaurante de postín, unas habitaciones más allá de lo que uno pueda montar en su domicilio, un servicio de chóferes, atención constante a las necesidades de los que allí se alojan. Estos hoteles suelen tener un efecto inmediato en la celebración de bodas, comidas de trabajo o celebraciones de fechas especiales que suele ser reflejado en las redes sociales.
La plantilla de este tipo de hoteles suele ser más amplia que la de un hotel normal: Se requiere recepción 24 horas, servicio de habitaciones, pulcritud y rapidez en la limpieza de las habitaciones y de los espacios comunes, un restaurante que atraiga gente de fuera y que tenga una oferta diferenciada y ligada al terruño... que fijarían puestos de trabajo de calidad y desestacionalizados, que falta le hace a esta ciudad.
Imagino que cuando en Ferrol se organiza un concierto con alguna estrella, cuando Navantia se trae a algún superjefe para venderle un barco, cuando viene algún ministro, primer ministro, presidente o el Rey a una botadura o entrega, cuando en la Universidad o en la Cátedra Jorge Juan se invita a algún conferenciante de prestigio y en todas esas ocasiones en las que quieres mostrar lo mejor de ti mismo se alojará a estas personalidades en el Parador de Turismo, y se les proporcionará un guía para sus ratos de ocio, al menos es lo que antes se hacía.
Pero si existiera esa instalación (llámese en el Castillo de la Palma, en el chalet de Canido o en algún edificio de nueva construcción en algún paraje que mereciera la pena) estoy seguro de que antes de que nos diéramos cuenta empezaríamos a ver turistas de esos que cuando vienen no tienen miedo de aflojar la cartera hasta las últimas consecuencias. Y de verdad espero que pase más pronto que tarde, aunque seguramente yo no pueda permitírmelo.
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