El segundo día de Mayo de 1808 los madrileños se levantaron contra los invasores franceses ante la intención de Murat de llevarse a Francia al infante de España Francisco de Paula. La de pelis buenas que se han hecho gracias a ese sangriento día, que fue el inicio no sólo de nuestra Guerra de la Independencia (tal vez la última vez en que casi todos los españoles estuvimos de acuerdo en algo) y del fin de Napoleón Bonaparte. Me gusta el 2 de Mayo, no en vano he vivido un lustro en Madrid, conozco un poco la obra de Goya y creo que España es una gran nación, como Rajoy.
La Memoria Histórica es una burda mentira con rango de ley orgánica según la cual tengo que pedir perdón a los descendientes de aquellos que fusilaron a mis dos abuelos, asesinaron a religiosos, políticos y civiles y traicionaron a su país en favor de los soviéticos. Yo no voy a pedir perdón, vaya por delante, pero sí quiero reconciliarme con todos los españoles, incluso con los que no quieren reconciliarse conmigo. Para ello propongo que se elabora ya una Ley de la Reconciliación Nacional, unos Premios a la Reconciliación Nacional, un Congreso anual y un Museo, y lo que haga falta, y conseguir la implicación de toda la prensa en el objetivo final.
Mi propuesta pasa porque los supervivientes y descendientes de los fallecidos de ambos bandos y de los actores implicados en la desgraciada Guerra Civil intenten comprender los orígenes y las causas que desembocaron en nuestro enésimo baño de sangre frat´ricida. Para ello hay que remontarse al menos hasta el reinado de Alfonso XII y la Dictadura de Primo de Rivera, intentando inquirir en los porqués de la fuga del monarca tras unas elecciones municipales, en quien armó a las milicias, qué intereses movieron a ciertas potencias a tomar partido y por qué la República actuó de una forma tan errática ante los golpes que nacieron en su seno.
Lo primero que hay que hacer es restañar las heridas, pero inmediatamente después tenemos que conocer qué nos motivó a hacérnoslas, por qué emigraba tanta gente, cuáles eran las diferencias entre los territorios, que injusticias sociales existían, qué consecuencias tuvieron la Revolución Rusa y la I Guerra Mundial en nuestra economía, cómo influyeron los británicos en nuestros asuntos internos, que consecuencias dejó en la sociedad el desastre del 98... y trasladarlo sin miedo a la verdad a los currículos académicos de todos los niveles educativos desde la ESO hasta el tercer grado universitario. Ese día empezaremos por fin a poder sentirnos orgullosos de una Historia con más luces que la de ningún otro país.
De nada, no pienso reclamar la autoría de la idea, la cedo para la posteridad.
La Memoria Histórica es una burda mentira con rango de ley orgánica según la cual tengo que pedir perdón a los descendientes de aquellos que fusilaron a mis dos abuelos, asesinaron a religiosos, políticos y civiles y traicionaron a su país en favor de los soviéticos. Yo no voy a pedir perdón, vaya por delante, pero sí quiero reconciliarme con todos los españoles, incluso con los que no quieren reconciliarse conmigo. Para ello propongo que se elabora ya una Ley de la Reconciliación Nacional, unos Premios a la Reconciliación Nacional, un Congreso anual y un Museo, y lo que haga falta, y conseguir la implicación de toda la prensa en el objetivo final.
Mi propuesta pasa porque los supervivientes y descendientes de los fallecidos de ambos bandos y de los actores implicados en la desgraciada Guerra Civil intenten comprender los orígenes y las causas que desembocaron en nuestro enésimo baño de sangre frat´ricida. Para ello hay que remontarse al menos hasta el reinado de Alfonso XII y la Dictadura de Primo de Rivera, intentando inquirir en los porqués de la fuga del monarca tras unas elecciones municipales, en quien armó a las milicias, qué intereses movieron a ciertas potencias a tomar partido y por qué la República actuó de una forma tan errática ante los golpes que nacieron en su seno.
Lo primero que hay que hacer es restañar las heridas, pero inmediatamente después tenemos que conocer qué nos motivó a hacérnoslas, por qué emigraba tanta gente, cuáles eran las diferencias entre los territorios, que injusticias sociales existían, qué consecuencias tuvieron la Revolución Rusa y la I Guerra Mundial en nuestra economía, cómo influyeron los británicos en nuestros asuntos internos, que consecuencias dejó en la sociedad el desastre del 98... y trasladarlo sin miedo a la verdad a los currículos académicos de todos los niveles educativos desde la ESO hasta el tercer grado universitario. Ese día empezaremos por fin a poder sentirnos orgullosos de una Historia con más luces que la de ningún otro país.
De nada, no pienso reclamar la autoría de la idea, la cedo para la posteridad.
Comentarios
Publicar un comentario