En el Siglo XVIII -o en el XIX, que tanto da- los ciudadanos españoles vivían de una forma diferente a la que vivimos nosotros ¿A qué sí? Pues es cierto: No había suministro de luz eléctrica, depuración, ferrocarril, automóviles, internet o teléfono.
En Ferrol, en aquellos tiempos y reinando Carlos III, se decidió construir un barrio totalmente nuevo para dar cabida al crecimiento de la población generado por todo aquello que hace de Ferrol lo que hoy es: La decisión de Felipe V en 1726 de que se instalasen en Ferrol los astilleros del norte de España y se convirtiera en capital de Departamento Marítimo y la de Fernando VI en 1749 de que en Esteiro se construyeran los definitivos generaron una trama urbana racionalista y moderna que, tras una serie de vicisitudes económicas que impidieron que todas las casas fuesen porticadas, fue construida a partir de los años sesenta del Siglo XVIII bajo la dirección del ingeniero militar Julián Sánchez Bort.
Y en eso estamos: Imagino a los negacionistas del progreso diciendo que no a la iluminación de las calles o al asfaltado de caminos, a la electricidad, al automóvil o al tranvía. También imagino que algunos saludarían con alegría la llegada de esos avances como lo harían después sus sucesores ante la llegada del ferrocarril, la construcción del Puente de las Pías o la instalación del teléfono, internet o gas ciudad. ¿Se perdieron cosas? ¡Qué duda cabe! Ya no volveremos a ver los lavaderos convertidos en centros sociales ni las lanchas cruzando incesantemente la Ría para transportar a los trabajadores, los hortelanos o a paseantes ociosos en busca de una aventura doméstica; la vida es así y nadie ha vuelto a vivir en una caverna por mucho que se llame Altamira y se considere "la Capilla Sixtina del Paleolítico." ¿Sabéis por qué?: Pues porque estamos en el Siglo XXI, sólo por eso.
La degradación de los barrios históricos de las ciudades no se frena poniendo cortapisas al progreso, y un excesivo proteccionismo suele implicar que los barrios se conviertan en monumentos destinados al ocio, la hostelería y -con algo de suerte- a la cultura; el problema de Ferrol es que los barrios históricos son tres (Esteiro, Magdalena y Ferrol Vello) y que sus edificios no están construidos con los estándares actuales, sino con los de la época en que se construyeron. La solución para frenar el éxodo y consiguiente envejecimiento de la población sistémicos no pasa por convencer a la gente de que regrese a sus orígenes de forma permanente, porque una cosa es pasar una semana ambientado en la Ilustración y otra muy distinta plantearte tu existencia celebrando para siempre lo ingeniosos que fueron Jorge Juan, el Marqués de la Ensenada o Sánchez Bort.
Yo quiero (tú quieres, el quiere...) tener coche, calefacción, gas ciudad, banda ancha, aislamiento térmico y acústico, aparcamiento, trastero, ascensor y todo lo que implican trescientos años de avances en la construcción residencial. Nadie va a convencerme de que viva peor porque mi barrio sea más bonito o porque lo haya decidido ninguna administración ni ningún teórico de lo ajeno.
Encontrar la solución a la falta de aparcamiento pasa por cualquier parte menos por prohibir el tráfico; encontrarla a la falta de rehabilitaciones por donde sea menos por prohibir técnicas, avances o materiales modernos; revertir el declive poblacional seguirá cualquier camino menos el de dificultar el asentamiento de población.
Si tuviera una bola de cristal la ofrecería gustoso para ayudar a nuestros gobernantes en la difícil tarea de llegar al equilibrio entre el respeto al patrimonio y el bienestar de la población, pero lo que de verdad me gustaría es que en una corporación como la ferrolana, en la que hay y casi siempre ha habido más de un arquitecto, se llegara a un consenso para implicar a los colegios profesionales, las escuelas universitarias, los centros de formación profesional, las facultades, las administraciones y a los movimientos ciudadanos para entre todos acercarnos a lo que más se parezca a satisfacer las demandas actuales y solucionar las dificultades que entrañan vivir en un casco histórico.
Sé que la tarea es titánica y que nadie tiene mala intención, pero considero que si abriéramos las orejas a los problemas que han tenido en otras partes y tratáramos de adaptar las soluciones específicas que nos cuenten al caso específico de Ferrol, sin duda abriríamos una puerta a la rehabilitación integral de nuestros barrios; porque aunque alguno no lo sepa restaurar es devolver a las cosas a su estado original, mientras rehabilitar significa adaptar su uso. Yo, personalmente, no tengo el más mínimo interés en vivir en el Siglo XVIII ni en el XIX ni el XX.
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Así se proyectó Ferrol (Fuente http://ferrolbello.blogspot.com.es/) |
Y en eso estamos: Imagino a los negacionistas del progreso diciendo que no a la iluminación de las calles o al asfaltado de caminos, a la electricidad, al automóvil o al tranvía. También imagino que algunos saludarían con alegría la llegada de esos avances como lo harían después sus sucesores ante la llegada del ferrocarril, la construcción del Puente de las Pías o la instalación del teléfono, internet o gas ciudad. ¿Se perdieron cosas? ¡Qué duda cabe! Ya no volveremos a ver los lavaderos convertidos en centros sociales ni las lanchas cruzando incesantemente la Ría para transportar a los trabajadores, los hortelanos o a paseantes ociosos en busca de una aventura doméstica; la vida es así y nadie ha vuelto a vivir en una caverna por mucho que se llame Altamira y se considere "la Capilla Sixtina del Paleolítico." ¿Sabéis por qué?: Pues porque estamos en el Siglo XXI, sólo por eso.
La degradación de los barrios históricos de las ciudades no se frena poniendo cortapisas al progreso, y un excesivo proteccionismo suele implicar que los barrios se conviertan en monumentos destinados al ocio, la hostelería y -con algo de suerte- a la cultura; el problema de Ferrol es que los barrios históricos son tres (Esteiro, Magdalena y Ferrol Vello) y que sus edificios no están construidos con los estándares actuales, sino con los de la época en que se construyeron. La solución para frenar el éxodo y consiguiente envejecimiento de la población sistémicos no pasa por convencer a la gente de que regrese a sus orígenes de forma permanente, porque una cosa es pasar una semana ambientado en la Ilustración y otra muy distinta plantearte tu existencia celebrando para siempre lo ingeniosos que fueron Jorge Juan, el Marqués de la Ensenada o Sánchez Bort.
Yo quiero (tú quieres, el quiere...) tener coche, calefacción, gas ciudad, banda ancha, aislamiento térmico y acústico, aparcamiento, trastero, ascensor y todo lo que implican trescientos años de avances en la construcción residencial. Nadie va a convencerme de que viva peor porque mi barrio sea más bonito o porque lo haya decidido ninguna administración ni ningún teórico de lo ajeno.
Encontrar la solución a la falta de aparcamiento pasa por cualquier parte menos por prohibir el tráfico; encontrarla a la falta de rehabilitaciones por donde sea menos por prohibir técnicas, avances o materiales modernos; revertir el declive poblacional seguirá cualquier camino menos el de dificultar el asentamiento de población.
Si tuviera una bola de cristal la ofrecería gustoso para ayudar a nuestros gobernantes en la difícil tarea de llegar al equilibrio entre el respeto al patrimonio y el bienestar de la población, pero lo que de verdad me gustaría es que en una corporación como la ferrolana, en la que hay y casi siempre ha habido más de un arquitecto, se llegara a un consenso para implicar a los colegios profesionales, las escuelas universitarias, los centros de formación profesional, las facultades, las administraciones y a los movimientos ciudadanos para entre todos acercarnos a lo que más se parezca a satisfacer las demandas actuales y solucionar las dificultades que entrañan vivir en un casco histórico.
Sé que la tarea es titánica y que nadie tiene mala intención, pero considero que si abriéramos las orejas a los problemas que han tenido en otras partes y tratáramos de adaptar las soluciones específicas que nos cuenten al caso específico de Ferrol, sin duda abriríamos una puerta a la rehabilitación integral de nuestros barrios; porque aunque alguno no lo sepa restaurar es devolver a las cosas a su estado original, mientras rehabilitar significa adaptar su uso. Yo, personalmente, no tengo el más mínimo interés en vivir en el Siglo XVIII ni en el XIX ni el XX.
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