Pensar que si se tira la muralla del Arsenal en Ferrol va a haber menos paro.
También no darse cuenta de que el mar no se va a ver.
También pensar que va a vivir más gente en la Magdalena si se hace peatonal.
También es necedad pensar que prohibir los vehículos particulares va a solucionar los problemas de aparcamiento.
O que van a abrir más comercios si no atraemos residentes y limitamos las posibilidades de aparcamiento de los visitantes.
O que va a haber más industrias porque haya un tren entre los dos puertos.
O que se van a rehabilitar más edificios si declaramos ARI toda la ciudad.
Es necedad pensar que vamos a vivir mejor si mantenemos las políticas que nos han llevado a la situación actual.
O creer que no hay que pagar los servicios, o que un parque en el Sanchez Aguilera va a ser una mejora para una ciudad que no llena los que tiene, o que las heridas de la Guerra Civil se van a curar atacando a los descendientes de uno de los bandos.
O creer que sin que nazcan más niños se va a recuperar la población.
Es necedad pensar que unos pocos cientos de personas son una mayoría social y vendérnoslo una y otra vez ignorando el sentir común de los ciudadanos.
Y por eso hay que pensar en:
Que tirando el mercado provisional se podría habilitar una bolsa de aparcamiento en superficie que aliviaría los problemas de aparcamiento.
Que para que viva más gente en la Magdalena no vale con restringir las rehabilitaciones y gastar dinero en restaurar lo que ya está desfasado.
Que ofreciendo las posibilidad de alquilar plazas en los aparcamientos subterráneos para los residentes se aliviaría el tráfico en superficie.
Que la Alameda del Carbón no será nunca una zona de paseo sin un acceso franco desde la parte elevada de la Calle de la Iglesia, por lo que habría que abordar una humanización que facilitara el tránsito si algún día de dota de fondos al espacio bajo Herrera.
Que hay que potenciar todas las zonas desde donde sí se ve el mar en Ferrol, que son muchas.
Que en el barrio de la Magdalena hay zonas peatonales desde hace décadas que siguen deprimidas en lo que al comercio y a la hostelería se refieren.
Que hay muchas cosas que nos unen que cosas que nos separan, y que lo que realmente hace falta (aquí y en todas partes) es que los que se han postulado para gobernarnos decidan ser servidores públicos, tratando de consensuar proyectos que nos unan y no de abanderar causas que nos separen.
Es posible que un día descubramos que un impulso decidido entre Ferrol y Narón podría significar un ferrocarril hasta el Polígono de Río do Pozo, mejorando la conectividad y favoreciendo el asentamiento de empresas de gran valor añadido.
Es posible que un día aceptemos que los proyectos que ilusionan a los ciudadanos no pueden ser cortinas de humo que defiendan los partidarios de unas siglas.
Es posible que un día aceptemos sentarnos y reconozcamos que estamos hechos de la misma carne que nuestros semejantes y que tenemos los mismos problemas, y que no vamos a dejarnos influir por poderes ajenos que nos hacen jalear eslóganes que ni nos importan ni nos van a hacer más felices.
Y sólo esa posibilidad de que un día dejemos de lado la necedad, de que repensemos nuestro futuro y reclamemos unidos la posibilidad de avanzar es lo que hace que escriba estas entradas, esperando a que alguien disienta o lo acepte, pero que todos tratemos de mirar más allá de nuestras narices.
También no darse cuenta de que el mar no se va a ver.
También pensar que va a vivir más gente en la Magdalena si se hace peatonal.
También es necedad pensar que prohibir los vehículos particulares va a solucionar los problemas de aparcamiento.
O que van a abrir más comercios si no atraemos residentes y limitamos las posibilidades de aparcamiento de los visitantes.
O que va a haber más industrias porque haya un tren entre los dos puertos.
O que se van a rehabilitar más edificios si declaramos ARI toda la ciudad.
Es necedad pensar que vamos a vivir mejor si mantenemos las políticas que nos han llevado a la situación actual.
O creer que no hay que pagar los servicios, o que un parque en el Sanchez Aguilera va a ser una mejora para una ciudad que no llena los que tiene, o que las heridas de la Guerra Civil se van a curar atacando a los descendientes de uno de los bandos.
O creer que sin que nazcan más niños se va a recuperar la población.
Es necedad pensar que unos pocos cientos de personas son una mayoría social y vendérnoslo una y otra vez ignorando el sentir común de los ciudadanos.
Y por eso hay que pensar en:
Que tirando el mercado provisional se podría habilitar una bolsa de aparcamiento en superficie que aliviaría los problemas de aparcamiento.
Que para que viva más gente en la Magdalena no vale con restringir las rehabilitaciones y gastar dinero en restaurar lo que ya está desfasado.
Que ofreciendo las posibilidad de alquilar plazas en los aparcamientos subterráneos para los residentes se aliviaría el tráfico en superficie.
Que la Alameda del Carbón no será nunca una zona de paseo sin un acceso franco desde la parte elevada de la Calle de la Iglesia, por lo que habría que abordar una humanización que facilitara el tránsito si algún día de dota de fondos al espacio bajo Herrera.
Que hay que potenciar todas las zonas desde donde sí se ve el mar en Ferrol, que son muchas.
Que en el barrio de la Magdalena hay zonas peatonales desde hace décadas que siguen deprimidas en lo que al comercio y a la hostelería se refieren.
Que hay muchas cosas que nos unen que cosas que nos separan, y que lo que realmente hace falta (aquí y en todas partes) es que los que se han postulado para gobernarnos decidan ser servidores públicos, tratando de consensuar proyectos que nos unan y no de abanderar causas que nos separen.
Es posible que un día descubramos que un impulso decidido entre Ferrol y Narón podría significar un ferrocarril hasta el Polígono de Río do Pozo, mejorando la conectividad y favoreciendo el asentamiento de empresas de gran valor añadido.
Es posible que un día aceptemos que los proyectos que ilusionan a los ciudadanos no pueden ser cortinas de humo que defiendan los partidarios de unas siglas.
Es posible que un día aceptemos sentarnos y reconozcamos que estamos hechos de la misma carne que nuestros semejantes y que tenemos los mismos problemas, y que no vamos a dejarnos influir por poderes ajenos que nos hacen jalear eslóganes que ni nos importan ni nos van a hacer más felices.
Y sólo esa posibilidad de que un día dejemos de lado la necedad, de que repensemos nuestro futuro y reclamemos unidos la posibilidad de avanzar es lo que hace que escriba estas entradas, esperando a que alguien disienta o lo acepte, pero que todos tratemos de mirar más allá de nuestras narices.
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