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Y hablando de Las Pepitas...


Este año las Pepitas se van a celebrar en Ferrol el día 17 de Marzo. ¿Cómo? ¿Que qué son las Pepitas? ¡Válgame el Cielo! ¡Escribo para ignorantes del arcano ferrolano! En fin, lo explicaré de forma que entendáis por qué me gusta tanto la fiesta, y ya si eso luego vosotros decidís:


No se sabe muy bien si a finales del Siglo XIX o principios del XX (bueno, tal vez alguien sí lo sepa, yo en este momento la verdad es que...) una serie de hombres -supongo que unos machistas redomados de esos que creen que se puede ser galante con una mujer- decidieron tomar sus instrumentos musicales y salir a rondar a las mujeres la víspera de San José. Ignoró también si la profusión de mujeres nominadas con la feminización del nombre del Padre Putativo de Jesús justificaba tal jolgorio y alborozo, pero el caso es que la cosa permaneció entre lo latente y lo patente hasta que hace un par de décadas cobró un nuevo impulso.
Cuenta la leyenda que cuando Fernando VI decidió atender al Marqués de la Ensenada y construir los arsenales más prodigiosos del mundo en Ferrol provocó un desequilibrio sexual en el Golfo Ártabro de tal categoría que la única afición que sosegaba la melancolía era la ingesta de vino; como quiera que Ferrol no era autosuficiente hubo de importarse en tales cantidades que los vinateros financiaron de su propio bolsillo los muelles de San Fernando y Fontelonga, ambos enterrados entre el olvido y toneladas de escombros.
Sin duda la afición se mantuvo a lo largo de los siglos venideros y coadyuvó a que las rondas de noche fueran un éxito, al menos para los taberneros de los barrios históricos.
Hoy la cosa se ha institucionalizado un poco y los rondallistas eligen una madrina, son recibidos por las autoridades, reciben ciertos apoyos mediáticos y económicos e integran mujeres entre sus filas (cosa que seguro no habrían hecho sus tunantes antecesores). Todo culmina en una grandiosa actuación en la Plaza de Amboage, donde una a una van actuando todas las agrupaciones, que llegan hasta allí en un vistoso pasacalles que agrade a los propios y sorprende a los extraños.
No lo busquéis en la prensa, porque poco encontraréis, pero he de confesaros que hasta Madrid ha llegado la juerga y se celebra esta reliquia de un tiempo pasado que suele llenar los bares de Ferrol hasta altas horas de la madrugada.
Y por eso os recuerdo que en apenas cinco días los balcones y las galerías, las fachadas modernistas y toda la tableta de chocolate se llenará de bicos (besos) de chocolate, de guitarras, bandurrias y laúdes, de capas negras con sus cintas y escarapelas y, sobre todo, de ferrolanos que ni presumen ni se avergüenzan de ser distintos. Espero veros a todos en las calles.

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