Pues tal vez sea ésta una de las entradas más complicadas que voy a escribir, y eso es porque ni soy arquitecto ni tengo grandes conocimientos de arqueología, más allá de alguna asignatura en mis años universitarios; tal vez por eso logre ser algo más claro que alguien que verdaderamente sí sepa del tema, ya que algunas veces cuando empezamos a leer acerca de cosas novedosas nuestro cerebro se pone en plan "rollo, rollo, rollo, me aburro, me aburro, me aburro"... bien: Os prometo que no va a ser el caso.
Bueno... imaginémonos una mañana cualquiera al salir de la ducha, mientras nos cepillamos los dientes o nos peinamos; observamos una ligera flacidez en ciertas partes y corregimos un poco la postura ¡Así está mejor! Ahora decidimos que es un buen momento para ponernos esa crema que nos regalaron (¿Qué estaban insinuando?) e incluso pensamos en estrenar esas zapatillas deportivas que nos compramos en marzo... de 2005. Luego pensamos en qué ponernos y elegimos con respecto a las condiciones climáticas externas y a criterios estéticos. Me encantaría lucir tal prenda, pero antes tengo que adelgazar... o viceversa: Me encantaría lucir mi tipazo, pero hace un frío del demonio y de la pana y la lana no me saca nadie. Tal vez un poco de barra de cacao para los labios o un protector solar, e incluso un sombrero para taparme la calva...
Durante el Siglo XVIII Ferrol vivió una auténtica revolución tecnológica, lo que hoy se llamaría una apuesta por el I+D+i. No sólo se construyeron unos arsenales que pretendían asombrar al mundo y reflejar el poder real: se construyó una ciudad ex novo, con unas proporciones dimensionadas al hombre, con unos trazados adaptados al terreno y al clima, y con unos inmuebles porticados que tuvieron en cuenta el clima gallego, como se tuvo en cuenta al decidir llevarse el observatorio astronómico a San Fernando: Alguien pensó que si se trataba de ver las estrellas era mejor un sitio sin una persistente capa de nubes. Y entonces nació el niño y le pusieron Ferrol.
Hoy no existe ese espíritu, y por eso investigar lo que han hecho o dicho otros es el diario quehacer de una gran mayoría que no quiere buscar una solución actual para un problema actual.
Voy a poner una serie de ejemplos de lo que creo que no pasa y podría pasar, y creo que en seguida se verá por qué lo relaciono directamente con el patrimonio.
- ¿A que a todos nos despiertan cierta añoranza las referencias a las lanchas que unían las poblaciones de la Ría de Ferrol hasta bien entrado el Siglo XX? Pues obviamente eran una solución adaptada a las necesidades de su tiempo: Que lanchas de vapor cruzaran la ría sin necesidad de vientos favorables o el esfuerzo de los remeros supuso seguramente un cambio radical para los habitantes de Maniños, el Seijo o Mugardos, que suspirarían aliviados al cruzar la ría secos y sin esfuerzo físico alguno. Esas lanchas sólo quedan en el recuerdo y en Curuxeiras, ofreciendo carísimos viajes sin más utilidad que el disfrute de aquellos que vencen sus remilgos. Ni se han conservado modelos antiguos ni se ha diseñado algo actual, eficiente, económico y ecológico que atenúe los desplazamientos entre los municipios ferrolanos, pese a que en muchas partes se sigan utilizando de modo regular.
- ¿A que a todos nos parecen una preciosidad los edificios de galerías de madera, con sus colores y sus formas que recuerdan a los carpinteros de ribera que las adaptaron con tanto acierto que pronto se extendieron a toda Galicia? Pues hoy no hay una solución para que sean sustituidas por algo igual de bonito y eficiente; y matizo: Por supuesto que se puede hacer una galería de madera eficiente... pero no es una innovación ni una solución actual a las temporadas en las que parece que nunca va a salir el sol. ¿Hay soluciones actuales? Pues sí, pero o están proscritas por las leyes de protección del patrimonio o son tan caras que a los propietarios no les compensa su aplicación.
- ¿No nos impresionan a todos esos documentales en que se aplican técnicas que parecen de ficción en yacimientos arqueológicos para comprender un poco más de donde... rayos venimos? ¿Y entonces por qué seguimos aquí con un pincelillo y una rasqueta para descubrir que debajo de los altares de San Francisco había tantos colores como en una pradera en primavera?.
- ¿No es increíble pensar en que hace miles de años ya se construían pirámides e inmensos templos y que hace cientos se construyeron muchos de los edificios más prodigiosos que hay en todo el orbe? ¿Y entonces por qué... rayos, es rayos... no somos capaces de aplicar técnicas del Siglo XXI en la restauración, estudio y conservación de todos esos bienes que se degradan por la falta de atención de sus responsables?
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Y vuelvo a insistir en que no soy un experto en el tema, pero tal vez nuestros ingenieros navales podrían idear un sistema de transporte marítimos eficaz, nuestros políticos uno terrestre, nuestros arquitectos métodos de restauración o nuestros investigadores herramientas arqueológicas o de datación que generarían un resurgimiento renovado y moderno de cosas que nunca perdieron su utilidad.
Al principio caminaron por senderos, después cabalgaron por caminos, más tarde sus carros recorrieron calzadas y sus carrozas calles adoquinadas, después los tranvías comunicaron los barrios y al final el coche se llevo por delante lo anterior... Yo quiero un transporte eléctrico, sin vías ni cables, que no ensucie ni contamine, que no haga ruido y que no sea caro; y el día que llegue esa innovación tal vez podamos recorrer y habitar el histórico barrio de la Magdalena y admirar su patrimonio sin pensar en mudarnos a un edificio con garaje, ascensor y trastero en el que no haga frío y no se oiga hasta los secretos que se cuentan los amantes bajo mi balcón: pero claro, es mejor prohibir el coche, que ya vendrá alguien detrás con una solución. Así de innovadores somos: hemos inventado caminar.
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