En Ferrol tenemos, o al menos eso dicen, los restos de la Alameda más antigua de Galicia. A mí no me gustan mucho los restos si no se aprovechan... bueno, en mi casa después de un buen cocido se hace arroz trinchat, y al día siguiente ropavieja, o viceversa; y no: No voy a contaros que mi madre pica y limpia la carne y luego la sofríe con unas cabezas de ajo y añade la carne, arroz y el caldo sobrante para luego hacer un arroz al horno, o que mi mujer hace una ropavieja bárbara que yo acompaño con la salsa de tomate sobrante... la cosa es que si conservamos las sobras al final las acabamos tirando porque nos resultan un incordio. Y se ponen malas.
Y de los restos de la Alameda, de ese glacis del Arsenal que tanto pasearon los ilustrados ferrolanos y todos los demás que no eran tan ilustrados, surgieron una serie de jardines entre los cuales destaca, sin ninguna duda, el Cantón de Molins. Sí, el Cantón ¿Cantón? Bien, voy a hacer algo que hace tiempo que no hago:
¿Extraño? ¿Qué es el Cantón o que son los cantones? ¿La esquina de algo? ¿Una división territorial? ¿Una parte alta de la ciudad? Pues seguramente tenemos que entender como parte de la historia militar de la ciudad que nuestros cantones (y los de Coruña) serían en su origen la zona donde se reunían las tropas antes de iniciar una campaña, uso que obviamente no se mantenido con el tiempo.
En ese espacio cultural al que tantas veces aludo, tenemos un patrimonio cuyo valor es difícil de cualificar pero que en cambio podemos cuantificar. A ese patrimonio apenas hemos le sacado un rendimiento turístico o cultural.
Porque los turistas vienen, los niños se forman y los ciudadanos pasean, e incluso lo hacen en el Cantón (por donde pasa el Camino de Santiago, como tantas veces recordamos tantos). En sus umbríos recovecos encontramos originales especies vegetales, rincones encantadores, paseos, fuentes, y una serie de manifestaciones escultóricas francamente diferentes entre ellas rodeadas de curiosos ejemplares arbóreos que poca gente acaba de datar o comprender y que casi ninguno llegamos a valorar.
¿Alguien sabe que tras la celebración del Mundial de Baloncesto los países que jugaron la primera ronda en Ferrol nos regalaron un ejemplar de un árbol representativo de su país? ¿Saben nuestros visitantes -o nosotros mismos- que importancia tienen las esculturas que hay diseminadas por los jardines? ¿Tenemos claro por qué hay fuentes tan distintas y de cuándo datan? ¿Sabemos todos que hay una fuente con un plano de la ciudad que homenajea al que la ideó? ¿Hemos visto la fuente de chorros iluminada de colores? ¿Sabemos identificar las especies vegetales o las alineaciones de árboles? ¿Desde cuando hay una "rosa de los vientos"? ¿Sabemos qué es el Paseo de las Delicias y por qué se reconstruyó como se hizo? ¿Qué es ahora la Casa del Ajedrez y por qué está ahí? ¿Por qué nuestros jóvenes se reúnen en torno a Victoriano Sánchez- Barcáiztegui, y qué tiene que ver éste con la ciudad? ¿Por qué hay un kiosko de música y desde cuándo? ¿Qué hace una pajarera llena de plantas invasoras?
Pues eso, y no otra cosa, es a lo que me refiero con el Parque Escultórico del Cantón: Vamos a contextualizar, mimar, difundir, señalizar y cuidar nuestro parque más antiguo como haríamos si siguiéramos pensando que entre sus frondas es donde se sellan los amores de los ferrolanos, que en sus adoquines están los pellejos de trescientos años de niños, que en sus esquinas reverberan las notas de tanta y tanta música y que incluso algunos de nuestros héroes velaron armas bajo sus álamos antes de embarcar hacia Cuba o Filipinas.
Los grandes caminos empiezan dando un solo paso, y tal vez el nuestro sea hacer un catálogo de todo lo que allí hay de interés, convocando un concurso de dibujo infantil, organizando certámenes de pintura al aire libre o de fotografía... ¿Más, Brandoni, nos vas a volver locos?
Pues sí, más cada día: aprovechemos el Cantón para celebrar algún evento más: Las ferias del libro y las pobres atracciones de feria (que desmerecen la belleza del lugar, por cierto) son poca chicha para tanta carne, aunque algunos sean capaces de ir todos los años a ver a las palomas torcaces degustando las olivas del árbol que nos mandaron los israelís en 1986, otros fotografíen la floración de los magnolios chinos, algunos se queden atónitos ante los pináculos de los castaños de indias o añoren poder subir a los grandes magnolios y ofrecer una de esas enormes flores a la que provoca sus anhelos, otros rindan homenaje al fundador de su partido o muchos acompañen a sus hijos a los austeros columpios que poco más aportan que ser un punto de referencia.
Y con esto termino, por ahora, con las propuestas que no se van a materializar: Empecé con San Felipe y su centro arqueológico y de estudios locales; continué con esa escuela municipal de pintura y el tantas veces explicado Museo de Correos. Finalizo ahora con este parque escultórico en el que no nos deberíamos atrever a poner una estatua de Canalejas sin explicar si es un transeúnte, un escritor o el abuelo de algún olvidado concejal de cultura. (¿Para que decir que fue un ferrolano que presidió el Congreso de los diputados y que fue asesinado siendo Presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII?)
A veces, lo sé, no es una cuestión de dinero ni de medios: A veces es tan solo cuestión de tener ganas.
Adjunto artículo escrito sobre las esculturas existentes en dicho espacio, por si los que saben que nada de lo que he escrito va a llegar a hacerse tienen algún interés en saber lo que se muestra entre las frondas de nuestro particular prado.
https://www.galiciaartabradigital.com/archivos/98796
Siempre fue el Cantón un lugar muy concurrido. |
Cantón
1. s. m. Esquina de un edificio.
2. ADMINISTRACIÓN División territorial, región.
3. MILITAR Sitio donde se acantonan las tropas.
4. HERÁLDICA Cada uno de los cuatro ángulos del escudo.
5. Hond. GEOGRAFÍA Parte alta y aislada en medio de una llanura.
¿Extraño? ¿Qué es el Cantón o que son los cantones? ¿La esquina de algo? ¿Una división territorial? ¿Una parte alta de la ciudad? Pues seguramente tenemos que entender como parte de la historia militar de la ciudad que nuestros cantones (y los de Coruña) serían en su origen la zona donde se reunían las tropas antes de iniciar una campaña, uso que obviamente no se mantenido con el tiempo.
En ese espacio cultural al que tantas veces aludo, tenemos un patrimonio cuyo valor es difícil de cualificar pero que en cambio podemos cuantificar. A ese patrimonio apenas hemos le sacado un rendimiento turístico o cultural.
Porque los turistas vienen, los niños se forman y los ciudadanos pasean, e incluso lo hacen en el Cantón (por donde pasa el Camino de Santiago, como tantas veces recordamos tantos). En sus umbríos recovecos encontramos originales especies vegetales, rincones encantadores, paseos, fuentes, y una serie de manifestaciones escultóricas francamente diferentes entre ellas rodeadas de curiosos ejemplares arbóreos que poca gente acaba de datar o comprender y que casi ninguno llegamos a valorar.
Ás ceibes (Alas libres), de Manuel Patinha. |
Pues eso, y no otra cosa, es a lo que me refiero con el Parque Escultórico del Cantón: Vamos a contextualizar, mimar, difundir, señalizar y cuidar nuestro parque más antiguo como haríamos si siguiéramos pensando que entre sus frondas es donde se sellan los amores de los ferrolanos, que en sus adoquines están los pellejos de trescientos años de niños, que en sus esquinas reverberan las notas de tanta y tanta música y que incluso algunos de nuestros héroes velaron armas bajo sus álamos antes de embarcar hacia Cuba o Filipinas.
Los grandes caminos empiezan dando un solo paso, y tal vez el nuestro sea hacer un catálogo de todo lo que allí hay de interés, convocando un concurso de dibujo infantil, organizando certámenes de pintura al aire libre o de fotografía... ¿Más, Brandoni, nos vas a volver locos?
Pues sí, más cada día: aprovechemos el Cantón para celebrar algún evento más: Las ferias del libro y las pobres atracciones de feria (que desmerecen la belleza del lugar, por cierto) son poca chicha para tanta carne, aunque algunos sean capaces de ir todos los años a ver a las palomas torcaces degustando las olivas del árbol que nos mandaron los israelís en 1986, otros fotografíen la floración de los magnolios chinos, algunos se queden atónitos ante los pináculos de los castaños de indias o añoren poder subir a los grandes magnolios y ofrecer una de esas enormes flores a la que provoca sus anhelos, otros rindan homenaje al fundador de su partido o muchos acompañen a sus hijos a los austeros columpios que poco más aportan que ser un punto de referencia.
Y con esto termino, por ahora, con las propuestas que no se van a materializar: Empecé con San Felipe y su centro arqueológico y de estudios locales; continué con esa escuela municipal de pintura y el tantas veces explicado Museo de Correos. Finalizo ahora con este parque escultórico en el que no nos deberíamos atrever a poner una estatua de Canalejas sin explicar si es un transeúnte, un escritor o el abuelo de algún olvidado concejal de cultura. (¿Para que decir que fue un ferrolano que presidió el Congreso de los diputados y que fue asesinado siendo Presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII?)
A veces, lo sé, no es una cuestión de dinero ni de medios: A veces es tan solo cuestión de tener ganas.
Adjunto artículo escrito sobre las esculturas existentes en dicho espacio, por si los que saben que nada de lo que he escrito va a llegar a hacerse tienen algún interés en saber lo que se muestra entre las frondas de nuestro particular prado.
https://www.galiciaartabradigital.com/archivos/98796
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