Bueno, pues resulta que alguien de confianza me traslada la inquietud de su cuñado acerca de la falta de un criterio unificador en los chiringuitos de playa, y me dice que si puedo escribir algo al respecto. Yo, claro, me tiró de cabeza a meter la pata por enésima vez a lo largo de mi carrera criminal.
Pues a ver... cuando vas a Andalucía hay como tres variantes: El dejar las cosas como están y no meterse mucho, una aplicación estricta de las leyes que rigen en el Dominio marítimo-terrestre (no sólo la Ley de Costas, sino también las figuras de protección ambiental) o la de tratar de conjugar el servicio a la ciudadanía con la protección del medio.
En algunas playas, lo que hay es una preinstalación de luz, agua y saneamiento que va canalizada de forma subterránea hasta unas tapas de registro que se invalidan fuera de la temporada estival. Al ser una competencia municipal, los propietarios de las instalaciones son los propios ayuntamientos, que sacan su gestión a concurso como concesión administrativa. Las casetas (auténticos restaurantes en algunos casos) se montan entre mayo y junio y se desmontan a finales de septiembre, y los gastos corren por cuenta de... no tengo ni idea, pero supongo que si lo hace el ayuntamiento se lo cargará a las concesionarias en el pliego de condiciones.
La cosa es que esas construcciones suelen ser bastante respetuosas con el entorno (de madera, sobre-elevadas, con una cierta integración visual con el paisaje) y no siempre son para actividades hosteleras; también las hay para empresas de deportes náuticos, sanitarios e incluso los socorristas y demás alojan en ellas.
Ignoro si hay algún gobierno municipal que crea que es conveniente hacer algo similar en Galicia, pero sí creo que en Ferrol es casi mejor no tocar nada, puesto que nuestras playas exteriores están bastante vírgenes y no parece que haya intenciones serias de empeorar la situación. Yo, sinceramente, no creo que haya nadie con un mínimo de conciencia ecológica que acepte que en los sistemas dunares las píllaras compitan con los sonrosados y/o broncíneos veraneantes por el mismo espacio.
Sí que es cierto que hay playas en las que se podría pensar en una actuación similar, y estoy pensando en aquellas del interior de nuestras rías en las que se carece de servicios que podrían suponer un acicate para distribuir mejor a los bañistas.
Imaginemos por un momento que las playas de La Cabana se llegan a restaurar, o que se lleva a cabo el proyecto número no sé cuánto de Rey Varela de aprovechar las siete calas de la Ensenada de Caranza para construir una playa urbana. Bien, pues a mí no me gustaría que se construyera un mazacote permanente para que alguien le saque un mayor o menor rendimiento económico, pero sí que me gustaría que en Caranza, La Cabana o San Felipe (con la Estación Torpedista) se habilitaran vestuarios, duchas, fuentes, lavapiés... y creo que no hay otra manera de hacerlo que habilitando unos accesos dignos (tal vez esas escaleras de madera que tanto abundan en nuestra vecina Ría de Ares) e instalando un negocio que sirviera de testigo a posibles desmanes en esas calas en cuestión.
Pero lo cierto es que cuando tocas estos sitios es como cuando remueves un avispero, y los ávidos a ligar bronce suelen enterarse como por arte de magia, lo que suele generar que los vehículos particulares estacionen por las laderas y, en el medio plazo, que se construyan aparcamientos donde antes había espacios más o menos naturales.
Pero sí: Habría que pensar que en Ponzos, en Santa Comba, en Esmelle y tal vez en algunos otros sitios se podrían poner chiringuitos en ciertas épocas del año, siempre que las autoridades ambientales no lo descarten, porque lo que yo nunca querría es que Ferrol se convirtiese en una nueva Costa del sol o de La Luz en la que lo menos malo que podría pasar es que nos atronasen con la canción que da título a esta entrada.
¿Me he explicado lo suficientemente bien? Ya, yo tampoco lo creo.
Pues a ver... cuando vas a Andalucía hay como tres variantes: El dejar las cosas como están y no meterse mucho, una aplicación estricta de las leyes que rigen en el Dominio marítimo-terrestre (no sólo la Ley de Costas, sino también las figuras de protección ambiental) o la de tratar de conjugar el servicio a la ciudadanía con la protección del medio.
En algunas playas, lo que hay es una preinstalación de luz, agua y saneamiento que va canalizada de forma subterránea hasta unas tapas de registro que se invalidan fuera de la temporada estival. Al ser una competencia municipal, los propietarios de las instalaciones son los propios ayuntamientos, que sacan su gestión a concurso como concesión administrativa. Las casetas (auténticos restaurantes en algunos casos) se montan entre mayo y junio y se desmontan a finales de septiembre, y los gastos corren por cuenta de... no tengo ni idea, pero supongo que si lo hace el ayuntamiento se lo cargará a las concesionarias en el pliego de condiciones.
La cosa es que esas construcciones suelen ser bastante respetuosas con el entorno (de madera, sobre-elevadas, con una cierta integración visual con el paisaje) y no siempre son para actividades hosteleras; también las hay para empresas de deportes náuticos, sanitarios e incluso los socorristas y demás alojan en ellas.
Ignoro si hay algún gobierno municipal que crea que es conveniente hacer algo similar en Galicia, pero sí creo que en Ferrol es casi mejor no tocar nada, puesto que nuestras playas exteriores están bastante vírgenes y no parece que haya intenciones serias de empeorar la situación. Yo, sinceramente, no creo que haya nadie con un mínimo de conciencia ecológica que acepte que en los sistemas dunares las píllaras compitan con los sonrosados y/o broncíneos veraneantes por el mismo espacio.
Sí que es cierto que hay playas en las que se podría pensar en una actuación similar, y estoy pensando en aquellas del interior de nuestras rías en las que se carece de servicios que podrían suponer un acicate para distribuir mejor a los bañistas.
Imaginemos por un momento que las playas de La Cabana se llegan a restaurar, o que se lleva a cabo el proyecto número no sé cuánto de Rey Varela de aprovechar las siete calas de la Ensenada de Caranza para construir una playa urbana. Bien, pues a mí no me gustaría que se construyera un mazacote permanente para que alguien le saque un mayor o menor rendimiento económico, pero sí que me gustaría que en Caranza, La Cabana o San Felipe (con la Estación Torpedista) se habilitaran vestuarios, duchas, fuentes, lavapiés... y creo que no hay otra manera de hacerlo que habilitando unos accesos dignos (tal vez esas escaleras de madera que tanto abundan en nuestra vecina Ría de Ares) e instalando un negocio que sirviera de testigo a posibles desmanes en esas calas en cuestión.
Pero lo cierto es que cuando tocas estos sitios es como cuando remueves un avispero, y los ávidos a ligar bronce suelen enterarse como por arte de magia, lo que suele generar que los vehículos particulares estacionen por las laderas y, en el medio plazo, que se construyan aparcamientos donde antes había espacios más o menos naturales.
Pero sí: Habría que pensar que en Ponzos, en Santa Comba, en Esmelle y tal vez en algunos otros sitios se podrían poner chiringuitos en ciertas épocas del año, siempre que las autoridades ambientales no lo descarten, porque lo que yo nunca querría es que Ferrol se convirtiese en una nueva Costa del sol o de La Luz en la que lo menos malo que podría pasar es que nos atronasen con la canción que da título a esta entrada.
¿Me he explicado lo suficientemente bien? Ya, yo tampoco lo creo.
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