La cosa va evolucionando, como no podía ser de otra manera, y nadie parece caer en la cuenta de que los políticos del gobierno (que son los que tienen más información acerca de lo que está realmente pasando) están más tranquilos que Ricardito. Los otros políticos, coitadiños, siguen enzarzados en sus cuitas internas y el resto de España no tiene otro tema de conversación; mejor dicho: Sí tienen otros temas de conversación, aunque suelen durar poco gracias a la capacidad de relacionar cualquier cosa con el monotema.
Aquí, en la aldea de los locos, no quieren confesar su incompetencia ¡Cómo hacerlo!... los surcos que las tormentas de verano han provocado en la Plaza de Armas se irán haciendo cada día más profundos, y todos los sabemos, pero eso no es óbice para que la izquierda, siempre tan objetiva, los justifique sin ponerse ni colorados; con respecto a lo demás: las mismas fiestas organizadas para alimentar a la quintacolumna identitaria, las mismas reparaciones que van tiñendo de diferentes tonos de gris nuestro suelo patrio, la misma falta de definición, el mismo silencio, el mismo oscurantismo, los mismos anuncios... del gobierno de Mato se va salvando ya poco, y casi nada de lo que han hecho hasta el momento ha mejorado nuestra vida ni un ápice: El Convenio no avanza, el saneamiento no acaba, el tren no anda, y los concejales que trabajan parecen impotentes ante la falta de partidas presupuestarias para avanzar en sus respectivas responsabilidades. No todos callan (callamos) y tal vez haya llegado el momento de decir que el alcalde no tiene proyecto ni trayecto, y que no sabe a dónde vamos. Un ejemplo claro es el Dique de La Cabana, que se restauró única y exclusivamente para que estuviese restaurado, lo cual es el mejor camino para que vuelva a deteriorarse. Lo del plan de usos, lo de la Ruta de la Construcción Naval, lo de la carpintería de ribera... eso lo dejamos para otros, que total la prensa no va a decir que aquí haya nada que ver, hacer o disfrutar.
Yo sigo agodellado y pedaleo más que nunca, y por eso creo que ha llegado el momento de empezar a cogernos todo lo que no esté cogido, y mi primera apuesta es pedirnos los chipirones y las zamburiñas, que no tienen ningún puerto o ría que las reivindique de pleno derecho; podemos seguir avanzando en el tema del surf, la Semana Santa y la Ilustración -es más: debemos hacerlo- y dejar que la hostelería siga alejándose de la cocina tradicional a la que inevitablemente volverán. Tampoco debemos descuidar nuestro puerto, nuestros barcos, nuestros astilleros, nuestro campus y todo aquello que nos va a permitir aguantar (soportar) la negligencia manifiesta del fatuo botarate y del gran mentiroso... pero organizar una buena campaña ensalzando nuestros chipirones y nuestras zamburiñas nos puede incluir de una vez por todas en el Olimpo de los
lugares a los que inevitablemente hay que ir.
No creo que debamos olvidarnos de los panes y empanadas de Neda, de los quesos del Eume, de la miel de Goente, de los grelos de Monfero, de los pimientos del Couto o de la ternera del Forgoselo… ni siquiera creo que debamos descartar que ese vino de Esmelle y esa cerveza Ferrolana que trata de competir con las cartas marcadas avancen en nuestras preferencias o como regalo para ocasiones especiales: No, la cosa puede y debe mejorar con cada paso que demos hacia la calidad y la diferenciación de nuestros productos... pero fuera vende mucho lo de los frutos del mar, y como con el tema de los bacaladitos parece que los hosteleros no quieren, creo que lo mejor es centrarnos en esas dos viandas y empezar a decir desde ya que en España no existe un sitio igual para degustarlas.
Y luego ya aprovechas y les vas metiendo las lanchas de Mugardos, las Fragas del Eume, las playas, Chamorro (qué tesoro más descuidado, por el amor de Dios), el Modernismo, la Ilustración y, en la medida en que siga avanzando el saneamiento, nos podemos plantear pasar a engrosar la lista de las ciudades con playas urbanas invirtiendo en Caranza, La Cabana y La Graña... pero teniendo siempre en el foco que todo visitante que llegue a la ciudad ha de ser convenientemente informado de que
TIENE que probar los chipirones y las zamburiñas, y que no puede irse de la ciudad sin hacerlo.
La cosa, empero, no puede acabar ahí: Hay que organizar un fin de semana para cada uno de esos dos alimentos, y yo recomiendo que se haga con seis meses exactos de separación, implicando al sector extractivo y a la hostelería, con concursos entre estos últimos y mucha fanfarria de prensa, algún famoso nombrado embajador de honor y todos esos repetitivos actos de investidura y disfraces ridículos que se usan en las ferias dedicadas a los cocidos de Lalín, al marisco del Grove o al vino de Cambados.
Y a lo mejor así empezamos a salir en la prensa sin ánimo de mostrar lo mal que nos va, y aprovechamos el tirón de todo lo que viene por la proa haciendo a la gente un poco más feliz... y otro día hablamos de los criollos, que tampoco están cogidos y son la vianda más injustamente ignorada de toda nuestra geografía galaica, cuando son algo así como mil quinientas veces mejores que cualquier butifarra de esas con la que nos han machacado desde hace décadas los catalanes.
Porque todos sabemos que sólo con los barcos no nos vamos a salvar del hundimiento ¿No? Pues a por el marisco, que también es de Dios.
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