Aunque todavía no han pasado ni veinticuatro horas desde el anuncio precipitado y nervioso de los resultados por dos asombrados Cañete y Cospedal ya se empiezan a ver las primeras consecuencias políticas importantes: La dimisión de Rubalcaba y el ofrecimiento del electo representante popular de un amplio frente entre los dos grandes partidos. Acabáramos, que se dice en mi pueblo ¿Entonces era verdad aquello de que el bipartidismo era el cáncer de este país? ¿Entonces esos más de dos millones de votos que se han llevado los partidos de nueva creación son muestra del descontento de la sociedad? ¿Entonces es cierto que tenemos un gobierno timorato que no convence ni a propios ni a extraños con sus políticas? ¿Entonces es cierto que la sensación generalizada es que ninguno es digno de nuestra confianza y de que preferimos bueno por conocer que malo conocido? ¿Y entonces es verdad que incluso los que creemos que los recortes realizados eran necesarios consideramos que el verdadero recorte debería haber empezado por ellos?
Pues todo eso y más, hasta el punto que el gran triunfador de la noche es un profesor de cine bastante indocumentado, con cierto carisma y el muy sonoro nombre -para la izquierda- de Pablo Iglesias. Este sujeto que defiende a Chavez y a Castro y que propone en su programa un suicidio dirigido del sistema ha convencido a más de un millón de votantes de que depositen su papeleta en la urna, con la inestimable ayuda de la cadena de Sálvame, Mujeres y Hombres y otras hierbas y toda la basura televisiva que nos provoca nauseas casi a diario. Porque ¿Sabéis? Los que ven telebasura también votan, y no son especialmente duchos en macro-economía, en políticas sociales, en ética o moral cristiana, en filosofía tomista o en Historia de España.
Y cuando vemos como, una y otra vez, el desencantado se queda en casa sin votar ni a la opción que le define; cuando vemos que en Andalucía ni los ERES, ni los cursos de formación, ni nada de lo que ha pasado han evitado que el PSOE gane otra vez; cuando vemos como en Extremadura, con el cretino de PSOPULAR que los gobierna, las políticas anti-uno-mismo han vuelto a convertir a los socialistas en primera fuerza o como el iluminado de Mas ha devuelto a ERC la hegemonía perdida en la década de los treinta del Siglo XX, podemos pensar que todo está perdido.
Y en cambio yo lo que veo es que el sopapo que le hemos dado al gobierno y a la oposición ha sido de ordago, y que a Rajoy ya no se le va a olvidar nunca que no se puede jugar siempre a desmovilizar el voto, a contentar a extraños, a dar por sentado que somos sus votantes. El millón de UPyD y el millón de Ciudadanos, y el cuarto de millón de VOX son una patada en la entrepierna, un escupitajo en los ojos y una mirada despreciativa, como la que se llevó Zapatero pero con dos años y medio de retraso. Y ahora tendrá que demostrar que es tan listo como se cree, y leer los resultado de Monago y Sánchez Camacho confrontados con los de C's, o el medio millón dilapidado por ese descubrimiento de Andalucía que ni sé cómo se llama.
Y esto es todo por ahora. El radicalismo llega del invierno de la razón, del sueño de la misma que produce monstruos, del inane harapiento de sabiduría que cree al simpático muchacho de la coleta que les promete subirles el sueño, trabajar menos horas y jubilarse sin canas. Que les ofrece el caldo que nos ha llevado a esto. Que les ofrece nadar en un mar de tiburones para llegar a la tierra prometida.
Es que hay que ser torpes para habernos dejado a los pies de los caballos. Y ahora a ver si le echan lo que hay que echarle y nos sacan de esta. Nos lo merecemos, y además no les queda otra.
Pues todo eso y más, hasta el punto que el gran triunfador de la noche es un profesor de cine bastante indocumentado, con cierto carisma y el muy sonoro nombre -para la izquierda- de Pablo Iglesias. Este sujeto que defiende a Chavez y a Castro y que propone en su programa un suicidio dirigido del sistema ha convencido a más de un millón de votantes de que depositen su papeleta en la urna, con la inestimable ayuda de la cadena de Sálvame, Mujeres y Hombres y otras hierbas y toda la basura televisiva que nos provoca nauseas casi a diario. Porque ¿Sabéis? Los que ven telebasura también votan, y no son especialmente duchos en macro-economía, en políticas sociales, en ética o moral cristiana, en filosofía tomista o en Historia de España.
Y cuando vemos como, una y otra vez, el desencantado se queda en casa sin votar ni a la opción que le define; cuando vemos que en Andalucía ni los ERES, ni los cursos de formación, ni nada de lo que ha pasado han evitado que el PSOE gane otra vez; cuando vemos como en Extremadura, con el cretino de PSOPULAR que los gobierna, las políticas anti-uno-mismo han vuelto a convertir a los socialistas en primera fuerza o como el iluminado de Mas ha devuelto a ERC la hegemonía perdida en la década de los treinta del Siglo XX, podemos pensar que todo está perdido.
Y en cambio yo lo que veo es que el sopapo que le hemos dado al gobierno y a la oposición ha sido de ordago, y que a Rajoy ya no se le va a olvidar nunca que no se puede jugar siempre a desmovilizar el voto, a contentar a extraños, a dar por sentado que somos sus votantes. El millón de UPyD y el millón de Ciudadanos, y el cuarto de millón de VOX son una patada en la entrepierna, un escupitajo en los ojos y una mirada despreciativa, como la que se llevó Zapatero pero con dos años y medio de retraso. Y ahora tendrá que demostrar que es tan listo como se cree, y leer los resultado de Monago y Sánchez Camacho confrontados con los de C's, o el medio millón dilapidado por ese descubrimiento de Andalucía que ni sé cómo se llama.
Y esto es todo por ahora. El radicalismo llega del invierno de la razón, del sueño de la misma que produce monstruos, del inane harapiento de sabiduría que cree al simpático muchacho de la coleta que les promete subirles el sueño, trabajar menos horas y jubilarse sin canas. Que les ofrece el caldo que nos ha llevado a esto. Que les ofrece nadar en un mar de tiburones para llegar a la tierra prometida.
Es que hay que ser torpes para habernos dejado a los pies de los caballos. Y ahora a ver si le echan lo que hay que echarle y nos sacan de esta. Nos lo merecemos, y además no les queda otra.
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