En las plazas del Callao y Amboage de Ferrol hay dos solares-ruina que afean ambas plazas y que me llevan siempre a la misma conclusión: ¿Por qué hoy no aparece un Ucha en Ferrol? Y cuando digo un Ucha quiero decir que ojalá aparezca alguien con el valor suficiente como hacer algo distinto y con la humildad suficiente como para hacerlo para los demás, y no para satisfacer su ego, y siempre con el afán de que mejore su entorno.
Conozco muchos arquitectos, a algunos más íntimamente que a otros, qué duda cabe. Algunos de ellos buscan subsistir con su trabajo de la misma forma en que cualquier otro profesional podría hacerlo; no tengo nada que objetar, por supuesto: El mundo necesita muchos más artesanos que artistas y lo cierto es que normalmente es necesario que la gran masa funcionaral de un oficio se acoja a los cánones establecidos como única forma posible de profundizar en cualquier avance.
Pero de repente aparece en el mundo un genio creador, alguien con la capacidad de plasmar sus sueños o ideas en realidades tangibles que suelen generar acaloradas discusiones. Ahora me imagino a una joven estudiante de arquitectura, aficionada al arte y con una cierta habilidad para la pintura, y me la imagino fácilmente porque la conozco bastante bien. Esta joven estudia para convertirse un día en algo que todavía no sabe qué es.
Tal vez sea una más de un gran equipo en el que gane el dinero suficiente como para permitirse caprichos en forma de bolsos caros, viajes exclusivos o sesiones de masaje en lujosos balnearios.
Tal vez sea parte de un pequeño equipo de una pequeña y provinciana ciudad, tratando de subsistir y de aportar algo de dinero a la economía familiar.
Y tal vez un día aproveche que sabe dibujar y diseñar y se imagine algo que nadie ha hecho, y tal vez algún constructor o mecenas crea en ella y un día delante de la iglesia de Dolores o enfrente de la Compañía de María veamos un edificio de azulejos andaluces, de titanio de colores o de palillos de dientes y servilletas de papel.
Porque el genio creador está ahí, y de vez en cuando aparece (rara vez) y algunas veces alguien cree en ellos, lo que es más raro todavía, por desgracia. En otros sitios las administraciones tratan de encontrarlos con bastante insistencia, y los buscan a base de convocar becas o concursos, al modo que ahora se hace en la hostelería.
Porque todos comprendemos que si se convoca un concurso de tapas y gana un bar que no conocemos con una sorprendente propuesta es posible que nos tomemos la molestia de mover nuestros viejos y cansados huesos hasta el mismo para probar tal exquisitez. ¿Pero entenderíamos que se convocase a otro nivel un concurso de ideas entre todos los arquitectos del ámbito gallego? Y digo en el ámbito gallego por no decir en el español, que también podría ser.
Yo veo ese dibujo, veo esas dos esquinas edificadas por alguien que ha sabido superar el cristal y la madera, la piedra y el cemento, que ha sabido comprender a una ciudad, a una cultura, a unas tradiciones... como en su día hizo Rodolfo Ucha, nuestro arquitecto más renombrado y el único que se atrevió a inventar algo nuevo y adaptarlo a algo añejo. Hoy el paso de los años nos está haciendo valorar lo que tuvimos y saber que el Tirso, el Jofre, la Pescadería, el Casino o el Hotel Suizo son obras de arte, además de todas las otras casas que ideo, diseñó, proyectó y construyó.
Espero ver un día no muy lejano como esa joven nos asombra y en esas dos esquinas vemos nacer algo nuevo y bello que nos llene de esa esperanza que tanto necesitamos, y espero que a quien le corresponde hacerlo sepa ver que esa propuesta extraña e inquietante merece salir del mundo de las ideas y mostrarse en el plano de lo real.
Conozco muchos arquitectos, a algunos más íntimamente que a otros, qué duda cabe. Algunos de ellos buscan subsistir con su trabajo de la misma forma en que cualquier otro profesional podría hacerlo; no tengo nada que objetar, por supuesto: El mundo necesita muchos más artesanos que artistas y lo cierto es que normalmente es necesario que la gran masa funcionaral de un oficio se acoja a los cánones establecidos como única forma posible de profundizar en cualquier avance.
Pero de repente aparece en el mundo un genio creador, alguien con la capacidad de plasmar sus sueños o ideas en realidades tangibles que suelen generar acaloradas discusiones. Ahora me imagino a una joven estudiante de arquitectura, aficionada al arte y con una cierta habilidad para la pintura, y me la imagino fácilmente porque la conozco bastante bien. Esta joven estudia para convertirse un día en algo que todavía no sabe qué es.
Tal vez sea una más de un gran equipo en el que gane el dinero suficiente como para permitirse caprichos en forma de bolsos caros, viajes exclusivos o sesiones de masaje en lujosos balnearios.
Tal vez sea parte de un pequeño equipo de una pequeña y provinciana ciudad, tratando de subsistir y de aportar algo de dinero a la economía familiar.
Y tal vez un día aproveche que sabe dibujar y diseñar y se imagine algo que nadie ha hecho, y tal vez algún constructor o mecenas crea en ella y un día delante de la iglesia de Dolores o enfrente de la Compañía de María veamos un edificio de azulejos andaluces, de titanio de colores o de palillos de dientes y servilletas de papel.
Porque el genio creador está ahí, y de vez en cuando aparece (rara vez) y algunas veces alguien cree en ellos, lo que es más raro todavía, por desgracia. En otros sitios las administraciones tratan de encontrarlos con bastante insistencia, y los buscan a base de convocar becas o concursos, al modo que ahora se hace en la hostelería.
Porque todos comprendemos que si se convoca un concurso de tapas y gana un bar que no conocemos con una sorprendente propuesta es posible que nos tomemos la molestia de mover nuestros viejos y cansados huesos hasta el mismo para probar tal exquisitez. ¿Pero entenderíamos que se convocase a otro nivel un concurso de ideas entre todos los arquitectos del ámbito gallego? Y digo en el ámbito gallego por no decir en el español, que también podría ser.
Yo veo ese dibujo, veo esas dos esquinas edificadas por alguien que ha sabido superar el cristal y la madera, la piedra y el cemento, que ha sabido comprender a una ciudad, a una cultura, a unas tradiciones... como en su día hizo Rodolfo Ucha, nuestro arquitecto más renombrado y el único que se atrevió a inventar algo nuevo y adaptarlo a algo añejo. Hoy el paso de los años nos está haciendo valorar lo que tuvimos y saber que el Tirso, el Jofre, la Pescadería, el Casino o el Hotel Suizo son obras de arte, además de todas las otras casas que ideo, diseñó, proyectó y construyó.
Espero ver un día no muy lejano como esa joven nos asombra y en esas dos esquinas vemos nacer algo nuevo y bello que nos llene de esa esperanza que tanto necesitamos, y espero que a quien le corresponde hacerlo sepa ver que esa propuesta extraña e inquietante merece salir del mundo de las ideas y mostrarse en el plano de lo real.
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