En octubre se cumplió el tercer aniversario del sacrificio del perro Excalibur; sí, el de la auxiliar de clínica que se llamaba... bueno la que tenía... exacto: Nos hemos olvidado de uno de esos golpes mediáticos que pretendieron por enésima vez equiparar la vida humana con la de las mascotas. Que sí, que a mí me encantan los perros, tal vez más que a esos que son y se sienten dueños de uno, y por eso considero que no debo poseerlos sin tener necesidad de ello: Me parece que demasiadas veces las pobres criaturas acaban pagando las carencias y frustraciones de sus dueños. Ni siquiera voy a comentar eso de que orinen en la calle porque los humanos tenemos más bacterias en la lengua que los perros en el pis, lo de que no te preocupes que es muy bueno o lo de que los orgullosos poseedores de tan sociables cánidos tengan que llevar bolsas para recoger las deyecciones y reclamen espacios exclusivos para que sus chuchos socialicen y se entrenen e incluso playas para perro...
Llega un momento en la vida en que empiezas a creer que la palabra es importante. Estas son mis armas para luchar por y para tratar de mejorar el mundo.