Paso delante de Loti y recuerdo que hace poco alguien alabó en un artículo a la célebre tienda de frutos secos que era parada obligada en los años ochenta. Delante está Parada Dulce, que es una cadena creada por un coruñés (creo) que va camino de convertirse en parada obligatoria durante décadas. Sí, recuerdo bien Loti: Atendía un señor seco como los frutos que vendía, envarado, bastante antipático; yo, cuando tenía dinero, compraba pipas "aguasal", que no siempre estaban en buen estado. Mi madre nunca compró allí frutos secos porque eran carísimos, y nos mandaba a otro sitio si le hacían falta para alguna receta.
A veces querías ir a Loti y no llegabas, porque te atracaban los yonkies que adornaban toda España en esos años. Llovía tanto como ahora, las calles tenían coches y las manifestaciones parecían diarias: Eran los años de la Reconversión, que a la postre significó convertirnos en un sitio triste y gris al que el resto de los gallegos catalogan simplemente como "feo". Ya sabéis: En Ferrol no hay nadie, y no hay nada que ver.
Gran parte de nosotros vestíamos de vaqueros y náuticos azules, con calcetines blancos que mostrábamos con un remangado estratégico que desvelaba unos tobillos más blancos que la mejor sonrisa profidén. Los jichos iban de heavies y escuchaban Barón Rojo y cosas así. Yo, pijito de la marina, era más de Duncan Dhu, Hombres G y los sempiternos Limones. De aquella época sólo han sobrevivido los calcetines de rombos que sustituyeron a los blancos cuando nos dimos cuenta de que íbamos ridículos.
Esteiro era una especie de campo de peleas a media tarde, que después se trasladaba al Cantón, a Micro o a La Nave, donde menores de edad cargados de hormonas nos esforzábamos en aparentar dieciocho para que no nos pidieran el carné. Ni que decir tiene que no vomitar con cierta regularidad era prueba de que no ponías el suficiente empeño en agarrarte unas cogorzas monumentales.
Qué años más grandes... en la Plaza de España estallaron un par de bombas, y en toda España bastantes más. Mientras, el PSOE -y otros partidos- afianzaban el sistema clientelar y corrupto que nos ha traído hasta aquí. El cine (salvo Spielberg y George Lucas) no llegaba ni a la categoría de malo, los rusos y los americanos se mataban en Afganistán y los ingleses con los argentinos en Las Malvinas. Ronald Reagan y Margaret Tatcher se convirtieron en los árbitros conservadores del mundo, y el pobre San Juan Pablo II no dejaba de rezar, porque todo era un absoluto desastre, tanto como los imposibles cardados que llevaban las jovencitas.
Ahora hay una serie de grupos que están recuperando las mejores canciones de aquella época y ofreciendo unos conciertos extraordinarios... pero a mí, que no me gusta tomar las hojas por el rábano, no me van a engañar: Podríamos hacer un concierto espantoso con canciones de los mismos grupos, y seguramente sería más largo. ¿Qué por qué? Pues porque los ochenta no son ese paraíso que nos quieren contar algunos de los que empezaban a madurar en aquella época, sino un periodo dificilísimo de la historia de España del que, afortunadamente, salimos bastante bien, aunque entre las drogas y el terrorismo nos dejamos unos cuantos cadáveres por el camino.
Y aunque algunos piensen, como Lenon, que cuando eran niños todo iba bien, lo cierto es que los ochenta fueron feos, sucios, mezquinos y cutres, y me da igual que os moleste: tengo muchas pruebas que lo demuestran, y en algunas salgo yo.
A veces querías ir a Loti y no llegabas, porque te atracaban los yonkies que adornaban toda España en esos años. Llovía tanto como ahora, las calles tenían coches y las manifestaciones parecían diarias: Eran los años de la Reconversión, que a la postre significó convertirnos en un sitio triste y gris al que el resto de los gallegos catalogan simplemente como "feo". Ya sabéis: En Ferrol no hay nadie, y no hay nada que ver.
Gran parte de nosotros vestíamos de vaqueros y náuticos azules, con calcetines blancos que mostrábamos con un remangado estratégico que desvelaba unos tobillos más blancos que la mejor sonrisa profidén. Los jichos iban de heavies y escuchaban Barón Rojo y cosas así. Yo, pijito de la marina, era más de Duncan Dhu, Hombres G y los sempiternos Limones. De aquella época sólo han sobrevivido los calcetines de rombos que sustituyeron a los blancos cuando nos dimos cuenta de que íbamos ridículos.
Esteiro era una especie de campo de peleas a media tarde, que después se trasladaba al Cantón, a Micro o a La Nave, donde menores de edad cargados de hormonas nos esforzábamos en aparentar dieciocho para que no nos pidieran el carné. Ni que decir tiene que no vomitar con cierta regularidad era prueba de que no ponías el suficiente empeño en agarrarte unas cogorzas monumentales.
Qué años más grandes... en la Plaza de España estallaron un par de bombas, y en toda España bastantes más. Mientras, el PSOE -y otros partidos- afianzaban el sistema clientelar y corrupto que nos ha traído hasta aquí. El cine (salvo Spielberg y George Lucas) no llegaba ni a la categoría de malo, los rusos y los americanos se mataban en Afganistán y los ingleses con los argentinos en Las Malvinas. Ronald Reagan y Margaret Tatcher se convirtieron en los árbitros conservadores del mundo, y el pobre San Juan Pablo II no dejaba de rezar, porque todo era un absoluto desastre, tanto como los imposibles cardados que llevaban las jovencitas.
Ahora hay una serie de grupos que están recuperando las mejores canciones de aquella época y ofreciendo unos conciertos extraordinarios... pero a mí, que no me gusta tomar las hojas por el rábano, no me van a engañar: Podríamos hacer un concierto espantoso con canciones de los mismos grupos, y seguramente sería más largo. ¿Qué por qué? Pues porque los ochenta no son ese paraíso que nos quieren contar algunos de los que empezaban a madurar en aquella época, sino un periodo dificilísimo de la historia de España del que, afortunadamente, salimos bastante bien, aunque entre las drogas y el terrorismo nos dejamos unos cuantos cadáveres por el camino.
Y aunque algunos piensen, como Lenon, que cuando eran niños todo iba bien, lo cierto es que los ochenta fueron feos, sucios, mezquinos y cutres, y me da igual que os moleste: tengo muchas pruebas que lo demuestran, y en algunas salgo yo.
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