Yo leo las noticias muy de madrugada, con los primeros sorbos de un café bien cargado que a veces no logra despertarme del todo. El tren de las cinco y media acaba de partir y sus ocupantes todavía están empezando a liberarse los brazos de Morfeo, los que no se han rendido definitivamente y esperan a que Helios asome por Levante.
Yo soy alondra, y canto muy de mañana, cuando aún no han tendido las calles y la nada de Ende rodea a los vetustos edificios de Ferrol, que se quejan de los insistentes mordiscos de sus más numerosos habitantes: Las termitas.
De pronto me asaltan tres imágenes que me hacen dudar de que esté padeciendo un ataque de sonambulismo, porque en un mismo día tres noticias dan un giro a la ciudad de ciento ochenta grados y parece que el viento empieza a soplar de cola: El Ministerio de Fomento incluye a Ferrol en su uno y medio por ciento cultural, la regata Sail the Way hará escala en Ferrol el veinte de julio. La tercera imagen no la puedo comentar, porque me llega confidencialmente bajo amenaza de pena de perjurio, pero es claramente igual de beneficiosa y positiva para la ciudad: Prometo comentarla en cuanto sea publicable.
Pero luego el café empieza a hacer efecto y mis neuronas empiezan a desperezarse poco a poco; mi Pepito Grillo particular me pregunta si me creo todas las promesas de Rey Varela... y yo no sé qué contestar. "No me agobies, estoy desayunando", le digo, pero él insiste en que probablemente son fuegos de artificio, como tantos que han disparado antes, ante lo que decido meterlo en el bote de café bajo advertencia severa de dejarlo allí para siempre. "Mejor sin conciencia que con una tan pesimista", le digo, y añado "y te vas a quedar ahí hasta que pasen las elecciones".
Sí, yo necesito creer que este verano Ferrol va a celebrar San Jerónimo como si fuera nuestro santo patrón cuando el 20 de julio lleguen los participantes de la regata que recorre todo el Cantábrico, necesito creer en que cuando llegue ese momento la ciudad se va a llenar de visitantes. Veo nítidamente imágenes de pulpeiros de Mugardos, de panaderos de Neda, de cocineros locales haciendo demostraciones con porco celta y ternera del Forgoselo, veo quesos del Eume, y requeixo y miel de La Capelay a señoras friendo pimientos del Couto, veo a los de La Ferrolana vendiendo sus cervezas y a las cofradías de la Ría de Ferrol ofreciendo una degustación de pescados y mariscos que deje anonadados a esos viajeros. Incluso sé que va a hacer buen día, que por la noche va a haber un concierto de los que hacen historia (con food trucks) y que más de un navegante va a caer rendido ante los encantos de alguna ferrolana con moreno de Doniños y escote de coruñesa.
Y lo veo todo claro mientras mastico mi tostada con fruicción, y mis ánimos empiezan a brillar como un solpor desde Monteventoso ante tan modesto pero animado evento, hasta que oigo apagado desde dentro del bote de café a ese insecto impertinente que me acompaña a todas partes, que grita con todas sus ganas: Brandoni, cretino, que te olvidas de que en Abril hay elecciones.
Hoy el tráfico está especialmente cabreante, y la gente va por la calle con cara de mala leche, al final no vamos a atar los perros con longanizas, pero os prometo que al grillo ese del demonio lo tiro por el desagüe la primera vez que se despiste.
Yo soy alondra, y canto muy de mañana, cuando aún no han tendido las calles y la nada de Ende rodea a los vetustos edificios de Ferrol, que se quejan de los insistentes mordiscos de sus más numerosos habitantes: Las termitas.
De pronto me asaltan tres imágenes que me hacen dudar de que esté padeciendo un ataque de sonambulismo, porque en un mismo día tres noticias dan un giro a la ciudad de ciento ochenta grados y parece que el viento empieza a soplar de cola: El Ministerio de Fomento incluye a Ferrol en su uno y medio por ciento cultural, la regata Sail the Way hará escala en Ferrol el veinte de julio. La tercera imagen no la puedo comentar, porque me llega confidencialmente bajo amenaza de pena de perjurio, pero es claramente igual de beneficiosa y positiva para la ciudad: Prometo comentarla en cuanto sea publicable.
Pero luego el café empieza a hacer efecto y mis neuronas empiezan a desperezarse poco a poco; mi Pepito Grillo particular me pregunta si me creo todas las promesas de Rey Varela... y yo no sé qué contestar. "No me agobies, estoy desayunando", le digo, pero él insiste en que probablemente son fuegos de artificio, como tantos que han disparado antes, ante lo que decido meterlo en el bote de café bajo advertencia severa de dejarlo allí para siempre. "Mejor sin conciencia que con una tan pesimista", le digo, y añado "y te vas a quedar ahí hasta que pasen las elecciones".
Sí, yo necesito creer que este verano Ferrol va a celebrar San Jerónimo como si fuera nuestro santo patrón cuando el 20 de julio lleguen los participantes de la regata que recorre todo el Cantábrico, necesito creer en que cuando llegue ese momento la ciudad se va a llenar de visitantes. Veo nítidamente imágenes de pulpeiros de Mugardos, de panaderos de Neda, de cocineros locales haciendo demostraciones con porco celta y ternera del Forgoselo, veo quesos del Eume, y requeixo y miel de La Capelay a señoras friendo pimientos del Couto, veo a los de La Ferrolana vendiendo sus cervezas y a las cofradías de la Ría de Ferrol ofreciendo una degustación de pescados y mariscos que deje anonadados a esos viajeros. Incluso sé que va a hacer buen día, que por la noche va a haber un concierto de los que hacen historia (con food trucks) y que más de un navegante va a caer rendido ante los encantos de alguna ferrolana con moreno de Doniños y escote de coruñesa.
Y lo veo todo claro mientras mastico mi tostada con fruicción, y mis ánimos empiezan a brillar como un solpor desde Monteventoso ante tan modesto pero animado evento, hasta que oigo apagado desde dentro del bote de café a ese insecto impertinente que me acompaña a todas partes, que grita con todas sus ganas: Brandoni, cretino, que te olvidas de que en Abril hay elecciones.
Hoy el tráfico está especialmente cabreante, y la gente va por la calle con cara de mala leche, al final no vamos a atar los perros con longanizas, pero os prometo que al grillo ese del demonio lo tiro por el desagüe la primera vez que se despiste.
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