Acababan de instalar internet en casa, y un día entré en una casi nueva página oficial del ayuntamiento. Ni siquiera sé cuánto hace de eso ya, pero creo que hace muchísimo tiempo. El caso es que a veces entraba y comentaba con mi pseudónimo "Oso" y ya me constestaban soberanas memeces algunos de los habituales sufridores. En esa época todavía discutía, cosas que los años te van quitando.
Sé que fue hace más de doce años, porque Juan Fernández estaba en el gobierno municipal, y también sé que en esa época descubrí Mougá. No quiero decir que, como los antiguos descubriores de nuestra gloriosa y siempre denostada Edad Moderna, fuera el primero en poner nombre y reclamar para la corona los territorios incógnitos; fue algo más personal: Se había clausurado el vertedero, se había construido el refugio, se había levantado ese gran fracaso colectivo llamado "Reciclaterra", y yo subí con mi viejo Ford a ver que se cocía por aquellos andurriales.
Lo primero que encontré al aparcar fue dos perdices, cosa que jamás habría esperado encontrar entre lo que quedaba del vertedero... lo siguiente fue ese Atlántico omnipresente desde nuestras alturas. Pedrouzos no era un mirador, apenas había movimiento salvo por unos caballos que pacían en libertad, pero sobre todo me chocó esa serena tranquilidad a poco más de un cuarto de hora de mi casa paterna.
Regresé en varias ocasiones y recorrí todo lo que se podía recorrer, lo interioricé como una parte de mí y ahora acudo periódicamente como padre y descubro en esas infantiles miradas el mismo afán aventurero que seguramente a la larga me impulsó a escoger la vida que decidí llevar.
Y entre esas plácidas hondonadas y pequeños calveros vi un campo de golf que sería único de llegar a existir... he de aclarar que ni juego al golf ni creo que nunca lo haga, pero que la limpieza de los campos de golf me atrae al menos tanto como las perchas de corbatas en los centros comerciales.Sí, encuentro en el orden de los búnkeres, los greens y todos esos nombres anglosajones un apaciguamiento de la naturaleza sólo comparable a un viñedo o a una dehesa, y por eso, esa misma tarde me metí en esa página municipal y le escribí al concejal la primera de mis descabelladas propuestas: Hay que hacer un campo de golf público en Mougá. Su respuesta sí se hizo esperar y fue expresada con educación pero de forma claramente negativa, aduciendo don Juan Fernández que en el campamento de Covas había terrenos disponibles para iniciar un proyecto similar y que la disponibilidad presupuestaria... y todas esas cosas que se dicen si se tiene interés en responder pero no en llevar a cabo el proyecto.
Más de tres lustros después, algunos hemos cambiado mucho, otros no han cambiado nada y Mougá, su antiguo vertedero, Reciclaterra y Pedrouzos siguen sin ser poco más que la ubicación de una perrera que se pretende ampliar y una arcana zona de paseo en la que enamorados y cazadores de vistas sorprendentes nos cruzamos con la máxima de las discreciones posibles.
Hace poco alguien me hizo recordar que mi activismo ferrolano empezó con un campo de golf y que miles de letras y palabras después, todavía sigo pensando que la labor de los que escribimos sin pedir nada a cambio es igual de inútil y necesaria que entonces.
Y seguramente por eso, y si Dios me lo permite, seguiré proponiendo museos, astilleros, granjas, bosques y todo lo que se me ocurra: Porque no se me concedió el deseo de sentir que se me hacía caso, y tal vez ese fue el día en que asumí con total plenitud que los Reyes Magos somos los padres y que somos nosotros los que tenemos que hacer los regalos.
Sé que fue hace más de doce años, porque Juan Fernández estaba en el gobierno municipal, y también sé que en esa época descubrí Mougá. No quiero decir que, como los antiguos descubriores de nuestra gloriosa y siempre denostada Edad Moderna, fuera el primero en poner nombre y reclamar para la corona los territorios incógnitos; fue algo más personal: Se había clausurado el vertedero, se había construido el refugio, se había levantado ese gran fracaso colectivo llamado "Reciclaterra", y yo subí con mi viejo Ford a ver que se cocía por aquellos andurriales.
Lo primero que encontré al aparcar fue dos perdices, cosa que jamás habría esperado encontrar entre lo que quedaba del vertedero... lo siguiente fue ese Atlántico omnipresente desde nuestras alturas. Pedrouzos no era un mirador, apenas había movimiento salvo por unos caballos que pacían en libertad, pero sobre todo me chocó esa serena tranquilidad a poco más de un cuarto de hora de mi casa paterna.
Regresé en varias ocasiones y recorrí todo lo que se podía recorrer, lo interioricé como una parte de mí y ahora acudo periódicamente como padre y descubro en esas infantiles miradas el mismo afán aventurero que seguramente a la larga me impulsó a escoger la vida que decidí llevar.
Y entre esas plácidas hondonadas y pequeños calveros vi un campo de golf que sería único de llegar a existir... he de aclarar que ni juego al golf ni creo que nunca lo haga, pero que la limpieza de los campos de golf me atrae al menos tanto como las perchas de corbatas en los centros comerciales.Sí, encuentro en el orden de los búnkeres, los greens y todos esos nombres anglosajones un apaciguamiento de la naturaleza sólo comparable a un viñedo o a una dehesa, y por eso, esa misma tarde me metí en esa página municipal y le escribí al concejal la primera de mis descabelladas propuestas: Hay que hacer un campo de golf público en Mougá. Su respuesta sí se hizo esperar y fue expresada con educación pero de forma claramente negativa, aduciendo don Juan Fernández que en el campamento de Covas había terrenos disponibles para iniciar un proyecto similar y que la disponibilidad presupuestaria... y todas esas cosas que se dicen si se tiene interés en responder pero no en llevar a cabo el proyecto.
Más de tres lustros después, algunos hemos cambiado mucho, otros no han cambiado nada y Mougá, su antiguo vertedero, Reciclaterra y Pedrouzos siguen sin ser poco más que la ubicación de una perrera que se pretende ampliar y una arcana zona de paseo en la que enamorados y cazadores de vistas sorprendentes nos cruzamos con la máxima de las discreciones posibles.
Hace poco alguien me hizo recordar que mi activismo ferrolano empezó con un campo de golf y que miles de letras y palabras después, todavía sigo pensando que la labor de los que escribimos sin pedir nada a cambio es igual de inútil y necesaria que entonces.
Y seguramente por eso, y si Dios me lo permite, seguiré proponiendo museos, astilleros, granjas, bosques y todo lo que se me ocurra: Porque no se me concedió el deseo de sentir que se me hacía caso, y tal vez ese fue el día en que asumí con total plenitud que los Reyes Magos somos los padres y que somos nosotros los que tenemos que hacer los regalos.
Pues yo descubrí Mougá hace unos doce años. Como quería visitar el terreno, hablé con el concejal de deportes Manolo Santiago y le dije de ir a verlo. Al día siguiente llamó al ocupa del terrenos para que atara los perros y allá nos fuimos. Recorrimos el terreno de un lado a otro. Vimos todas las casetas que entonces hacían de almacén de los polvorines. Todas en perfecto estado para poder ser utilizadas para cualquier otro fin. El terreno, muy variado, con llanos y cuestas, perfecto para un campo de golf. La extensión no era lo suficientemente grande para un campo de golf oficial, pero si para un campo menor. Lo gestionamos a nivel municipal, pero al final quedó en nada. Una pena.
ResponderEliminarLos partidos de Ferrol son acomplejados y cortoplacistas, por eso no se emprenden proyectos de ciudad. En Mougá sí cabe un campo de golf de dieciocho hoyos si se suman terrenos improductivos.
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