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Año santo de barcos y comidas.

Hay cosas que pasan más o menos desapercibidas y que tienen una importancia tan grande que pueden resultar estratégicas para una región, un país o una ciudad. En este extraño agosto en el que la segunda oleada de coronavirus llegó con adelanto, nos hemos centrado fundamentalmente en la vida y milagros del anterior jefe de estado y no en cosas más prosaicas que sí podrían afectar a nuestro futuro inmediato. La primera es el cambio radical del modelo vacacional en todo el mundo y en la ventaja que podría suponer para Galicia que las aglomeraciones se hayan quedado temporalmente fuera de las tendencias turísticas; las brutales caídas de ocupaciones hoteleras a lo largo y ancho de la piel de toro han afectado de forma desigual a las zonas de acogida, y más allá de que repentinos rebrotes hayan vaciado los establecimientos de determinados destinos, parece claro que una apuesta basada en el turismo familiar lento y poco masificado es el caballo ganador. Los grandes conciertos, las fiestas multitudinarias, las interminables noches de alcohol y desenfreno... todo lo que atraía a miles y miles de personas ávidas de correr delante de un toro, lanzarse tomates o bailar entre miles de desconocidos hasta la hora de volver a la playa ha quedado en el pasado reciente o en un incierto futuro; en cambio, las playas tranquilas, el turismo rural o la gastronomía local han subido muchísimos enteros en las bolsas de una ciudadanía que no tiene especial interés en jugar a la ruleta rusa. Directamente relacionado, pero os recomiendo que buceéis en vuestro buscador particular todo lo referido a la gastronomía gallega que ha acontecido recientemente, que se resume en la entrevista que Martín Berasategui concedió a La Voz de Galicia: Tenemos unos productos extraordinarios y unos profesionales fuera de serie que nos llevarán más pronto que tarde a consolidarnos como un destino gastronómico de primer orden a nivel, seguramente, mundial. Habrá quien en este momento haya decidido dejar de leer pensando que se me ha ido la cabeza, pero cuando la persona con más estrellas Michelín de España (y tercera del mundo) dice cosas como que "Galicia tiene un gran nivel gastronómico y tiene una extraordinaria profesionalidad, mucho rigor intelectual y mucho trabajo y una capacidad de superación impresionante. Además, Galicia busca ansiosamente diferenciarse y tiene cocineros de talla mundial" o "Sois la envidia del mundo en la cesta de la compra. Hay sensaciones que no te puedo contar cuando estoy en Galicia. Es increíble. A mí me encanta todo." es cuando te tienes que para a pensar y decidir que, para esa Galicia a la que tantos dicen amar, la inversión en productos, formación y procesos puede suponer una fuente de riqueza casi inagotable. En Ferrol, por cierto, tenemos un cocinero que se llama Miguel Ángel Campos y que participó en un evento solidario para promocionar el futuro año santo jacobeo junto a catorce cocineros que acumulan la friolera de treinta estrellas de la afamada guía, entre ellos el ya citado Berasategui, que manifestó emocionado que Galicia es lo más importante del mundo y que "este país" no se entendería sin Galicia. Por cierto, Campos es miembro fundador y presidente del Grupo Nove, al que se acaba de unir Dani López (el del Camino Inglés). Os recomiendo estar atentos a la labor de estos veinticuatro cocineros por el más que probable impulso que le van a seguir dando a nuestra gastronomía. Y hablando del rey de Roma, parece que ya no todos los caminos llevan a la ciudad eterna y hay algunos que llevan a Santiago, de los cuales el Inglés está dejando de ser la Cenicienta. Este año se han desplomado las cifras de caminantes, como no podía ser de otra manera, y resulta que Ferrol también ha visto como se truncaba el fulgurante ascenso de su puesto en el escalafón... o no, porque resulta que ese tipo de turismo covidiano ha hecho que pasemos al tercer puesto en cuanto al número de personas que inician la ruta. ¿Está entonces todo hecho? Pues no, precisamente lo curioso es que está casi todo por hacer, y que sólo Puentedeume parece querer convertirse en una villa jacobea y peregrina... pero puede ser indiciario de lo que puede pasar en el futuro el hecho de que ya se hable de un albergue público (del privado seguimos sin saber nada), que se esté iniciando la renovación del punto inicial, que se vaya a invertir más en la rehabilitación del barrio portuario de Ferrol vía fondos EDUSI y REXURBE, que la autoridad portuaria haya adquirido la antigua aduana... no deja de ser curioso: Camino Inglés y cocina hablando del muelle de Ferrol. Y todo esto no está totalmente relacionado con algo que ya va a influir en nuestras vidas próximamente y que puede suponer un cambio de paradigma en la vida de la ciudad: España (Navantia) quiere repetir el éxito obtenido en los programas navales australianos vendiendo a Arabia fragatas y buques de asalto anfibio, toma del frasco... y todo esto sí nos pone en relación con esa serpiente de verano llamada Juan Carlos I y con su capacidad de influir en la monarquía saudí. Porque si a las corbetas que ya se están fabricando en San Fernando se unen buques de mayor porte y su construcción coincide en el tiempo con el desarrollo del programa de fragatas españolas, podemos tener una época de bonanza económica sin parangón en las últimas décadas, y podría ser una época en la que todo esté algo más relacionado, y tal vez en un momento en que tanta gente va a pasar por la ciudad por el movimiento de un astillero que ya ha exportado a Noruega o a Australia y de una empresa que parece haberse sacudido los complejos de inferioridad, haya llegado el momento en el que los ferrolanos también nos los sacudamos y seamos capaces de comprobar que si les enseñamos todo lo bueno que tenemos a los que nos visiten, tal vez vayan y lo cuenten. Xacobeo, gastronomía y barcos. Qué curiosa asociación y, sin embargo, qué apuesta tan segura.

Comentarios

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